Las máscaras del ego


Manuel Sañudo

“Dos personas han estado viviendo en ti durante toda tu existencia. Una es el ego: charlatana, exigente, histérica, calculadora; la otra es el ser espiritual oculto, cuya queda y sabia voz has oído y atendido sólo en raras ocasiones”
Sogyal Rinpoché

El ego es una disposición errónea del pensamiento que intenta presentarte como a ti te gustaría ser, en lugar de como eres en realidad. En esencia, es la idea de uno mismo, la máscara, el papel que estamos desempeñando; supone una forma distorsionada de afirmar y vivir la existencia. A esta máscara social (el ego) le gusta la  aprobación, quiere controlar situaciones y personas, y se apoya en el poder porque vive en el temor. No obstante, no podemos vivir sin el ego y que, por contra, puede atraparnos en diferentes roles y alejarnos de la verdadera felicidad. Es muy aceptado por la mayoría de los científicos y las personas espirituales que no podemos existir sin el yo, pues lo necesitamos para trabajar, socializar, crear y, en suma, vivir en la comunidad.

Sin embargo, el ego – de acuerdo con Sogyal Rinpoché –, te puede hacer creer que eres lo que no eres y volverte un charlatán, exigente, histérico y calculador. Lo que me lleva a pensar que tenemos muchos egos, que bailan una mascarada en nuestro interior según les convenga.

Recordemos que el ego – imprescindible para esta vida, según nos lo han repetido – se alimenta de pensamientos sin importarle lo que a ti te suceda. Por ejemplo: más de alguna vez hemos caído en el rol de víctima y, por lo mismo, sufrimos y hacemos padecer a otros. Es absurdo provocar dolor a uno mismo y a los demás, pero eso al ego le tiene sin cuidado mientras tenga ideas de qué nutrirse.  

¿Cómo es posible que me lastime a mi mismo? Esto, nos dicen los siquiatras, sucede con más frecuencia de lo que suponemos, y para muestra un botón, pues hace unos días, en Facebook, leí lo que escribió una persona y que lo puso a la vista de todos: “¿por qué me tiene que pasar esto? La vida no tiene sentido, me la paso llorando todo el día y no encuentro el problema real…” sobra decir de las decenas de amigos que le apapacharon con sus palabras de aliento. Estuve tentado a decirle: - ¡deja de victimizarte!, y verás como todo cambia -. Afortunadamente recordé que no hay que dar consejos si nos te los piden y preferí callar.

A esta persona - o a su ego – le gusta hacerse la víctima y no dudo que verdaderamente sufra pues todo, todo, proviene de lo que cavilamos y del pensamiento se derivan una serie de procesos que terminan en emociones y acciones: somos lo que pensamos. He aquí un ego que se disfraza como víctima, y si seguimos escarbando encontraremos otros roles egotistas: el quejoso, el ambicioso, el “socialito”, el bravucón, el miedoso y más todavía. El yo danzará al son que le permita sostener un baile continuado. Por eso se resiste, cuando lo hacemos a un lado, y nuestro verdadero ser toma el control de los pensamientos. 

Así como hay dos polos en un imán, uno positivo y uno negativo; las personas también cargamos con dos personajes en un forcejeo incesante; uno de ellos es el que se afana por el éxito material y el otro que aspira a elevarse espiritualmente. Incluso, cuando creemos que estamos en el camino de la espiritualidad - y que hasta vemos a los demás de reojo y con aires de superioridad - puede ser que sea el duende del “ego espiritual” que nos engaña creyendo que ya la hicimos, que no somos simples mortales…

Recapitulo que no podemos – y no debemos – prescindir del ego. La respuesta va por el camino de que nuestra verdadera esencia sea la que controle los pensamientos, pues así la emoción y la acción irán más en el rumbo de la felicidad y la bondad, que en el sentido contrario.

Algunos podrán refutar diciendo que no es fácil, pues las cosas andan mal en el Mundo. Mi opinión es que si el Mundo anda mal es porque los que aquí vivimos estamos pensando, sintiendo y actuando equivocadamente. Acepto que hay muchos que no actúan así y que resultan afectados por esos otros “mal pensantes”, sobre los cuales no se tiene ningún control. Pero de lo que sí tenemos control  - o deberíamos de tenerlo - es sobre nuestros pensamientos y, por consecuencia, de lo que sentimos. Ese es el reto, ese es el trabajo, pues se requiere de la misma energía para pensar en positivo que en negativo… tú eliges.


“Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor”
De “Un curso de milagros”


Correo: manuelsanudog@hotmail.com
Facebook: www.entusiastika.blogspot.com
D. R. © 2012 Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.