La terrible simplificación


Manuel Sañudo


“Enfrentarse, siempre enfrentarse, es el modo de resolver el problema. ¡Enfrentarse a él!”

Joseph Conrad


Una dificultad es un malestar, o problema menor, que se presenta de manera esporádica y, por lo ello, no le damos la atención debida. Tal sería el caso, pongamos, por ejemplo, de una acidez estomacal que, de no atenderse, podría llegar a convertirse en úlcera gástrica; entonces pasará de ser una dificultad a convertirse en un problema grave, por cierto. La dificultad es como “la piedra en el zapato que no mata, pero duele”; y una vez más, esa piedra llegará a producir una herida, una infección y pronto ya estás en problemas.

          La distinción, a nivel de teoría, es interesante, pero cuando interviene nuestro ego, con sus interpretaciones y paradigmas, es cuando podemos caer en la “terrible simplificación”, que es como auto engañarse, auto convencerse de que no pasa nada… ¡hasta que pasa! - porque para entonces ya tomó la categoría de problema. En resumen, simplificar en demasía es una estrategia del ego que suele convertir las dificultades en problemas, mediante argumentos evasivos. En este caso se incluyen todas las negaciones en general. Es el estar pasándolo mal, pero auto-engañarte con lo típico de: “a mí no me pasa nada, esto lo soluciono cuando yo quiera, no es para tanto, yo no tengo ningún problema, no hay mal que dure cien años”…
         
         Sucede que, cuando confundes un problema con una dificultad, corres el riesgo de no ver el problema, o no considerarlo como tal, y no vas a buscar la ayuda que te hace falta; así, vas a seguir estando en una mala y riesgosa situación.

          No voy a hablar de problemas como el alcoholismo o la anorexia, que son enfermedades que el doliente niega como norma general.  Me refiero a esas, no tan pequeñas, cosas que te hacen sufrir, y que por no darles la importancia que merecen, sigues en un ambiente de fastidio durante mucho tiempo.

           Lo que sucede con la “terrible simplificación” es que posponemos las soluciones de fondo o parchamos las dificultades; incluso caemos en cambios cosméticos que son como cambiar de forma, pero no de fondo – auto engañándonos de mil maneras – hasta que se convierten en problemas agudos, a veces sin retorno fácil. Así de tramposo es el ego.

         
          Un cambio cosmético, valga la simplicidad del ejemplo, es estar frente a la dificultad de una tos leve de fumador, añadido a las recomendaciones médicas de dejar el cigarrillo, y cambiar por cigarros light.

          Se viene a mi memoria el caso de un amigo que me llegó tarde a la cita, y se disculpó diciendo que venía de con el doctor, quien le había recomendado que dejase de tomar alcohol – Mi amigo me dijo: “llegué tarde, pues estaba negociando con el doctor” – No creo que hayan sido los honorarios, le dije – No, respondió él, lo convencí de que me dejase tomar cervezas light en vez de licor… Pero se tomaba muchas y terminaba igual de embriagado, y seguía enfermo. Esto es lo que se conoce como “cambio cosmético”, que es como cambiarle, pero sin cambiar realmente.  

“La mayoría de las personas gastan más tiempo energías en hablar de los problemas que en afrontarlos”

Henry Ford






Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
Correo: manuel@entusiastika.com
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