Manuel Sañudo
“El miedo es una muralla que separa lo que
eres de lo que podrías ser”
Proverbio
Chino
Una persona fue con el
psicólogo, como en repetidas ocasiones anteriores lo había hecho. El tema
recurrente asomó de nuevo, pues el paciente preguntó al doctor: - ¿Por qué no
logro cambiar?, ¿si ya soy consciente de que debo modificar conductas y pensamientos?
– El especialista le contestó con un ejemplo…
“Imagine que está en una
habitación, sufriendo por el frío intenso que cala el ambiente, y usted lleva
puesto un suéter roto, deshilachado, insuficiente para calentar su cuerpo. En
el otro extremo de la casa hay un abrigo de lana, especial para protegerle de
fríos extremos, que le está esperando en el rincón. La única condición, para
que el abrigo sea suyo, es que se despoje completamente de su suéter roto, de su
prenda vieja e inservible, pero usted se resiste a hacerlo por el temor del
frío, momentáneo por cierto, entre que se quita la prenda vieja y recorre la
distancia que le separa del nuevo abrigo. No está dispuesto a pagar ese precio,
de un poco más de frío, entre que se desnuda de lo viejo y se apropia de lo
nuevo; amén del miedo de que el abrigo no le quede, o que no le proteja tanto
como creyera. Así, en esas dudas y temores, es que prefiere seguir en la insensata
zona de confort, la del “Más vale viejo
conocido, que nuevo por conocer”.
El ejemplo, aparentemente simplista, contiene
una penetrante verdad, de que el miedo nos separa de lo somos de lo que
podríamos ser - como reza el proverbio chino. El miedo, o el ego que no quiere
desaparecer y que nos intimida diciéndonos que está mejor así, de que el abrigo
nuevo podría ser una ilusión o un engaño, es lo que nos aleja de la mejoría.
Una vez más, estamos en el portal del miedo, de la resistencia a cambiar.
Pero, ¿por qué nos resistimos? ¿por
qué, si lo nuevo luce prometedor, no nos despojamos de lo viejo? Creo que las
causas de la resistencia van por el siguiente rumbo:
- Somos entes de rutinas, de costumbres, y es más fácil y cómodo seguir lo establecido que adentrarse en lo nuevo y desconocido.
- El cerebro es un holgazán – y también un soberbio – que no le gusta pensar en soluciones que ya pensó, y que por lo mismo cree que ya están solventadas. A veces, lo que el cerebro necesita son grandes sacudidas, crisis graves – como quedarse desnudo, sin el suéter viejo – para que no le quede de otra más que cambiar… A fuerza de no haber opción.
- La pérdida de identidad; que sería como decir que ya no somos el antiguo personaje, sino uno nuevo, que nada que ver con el anterior. Es como matar al personaje mediocre con el que nos identificamos.
- La necesidad de trabajar más, de esforzarse por seguir adelante trabajando en paralelo, mientras nos despojamos de los anticuados paradigmas, enquistados por cierto, y a la vez tratando de arraigar los nuevos pensamientos y conductas… Doble esfuerzo.
- El temor al ¿qué dirán los demás?
- Miedo a quedarse a mitad del cambio. Sin el suéter roto y sin el abrigo nuevo, en una especie de Limbo.
- Las creencias limitantes como de “que no es fácil cambiar”, “menos si ya se es adulto”, “eso es para los demás, no para mí”, etcétera.
Y en esos interminables etcéteras se
nos puede ir la vida en la mediocridad, muriendo lentamente, como bien se
ilustra en un poema (que equivocadamente se le atribuye a Neruda) del que
repaso parte de sus estrofas:
“Muere lentamente quien no viaja, quien
no lee, quien no escucha música, quien no halla encanto en sí mismo.
Muere lentamente quien se transforma
en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos senderos, quien no
cambia de rutina, no se arriesga a vestir un nuevo color o no conversa con
quien desconoce.
Muere lentamente quien no cambia la
vida cuando está insatisfecho con su trabajo, o su amor, quien no arriesga lo
seguro por lo incierto para ir tras de un sueño, quien no se permite, por lo menos
una vez en la vida, huir de los consejos sensatos".
Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
Correo: manuelsanudog@gmail.com
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