
“Mil cosas solicitan a la vez nuestra atención y ninguna de ellas logra
retenernos; así, la vida se nos vuelve arena entre los dedos y las horas humo
en el cerebro”
Octavio Paz
Los sabios chinos decían que la mente,
o cerebro si se prefiere, es como un mono mordido por un escorpión, que salta de
árbol en árbol, de rama en rama, sin detenerse. Aclaro que, en este reducido
espacio, no hay cabida para señalar las distinciones, que sí las hay, entre
mente y cerebro. Así que optaré por citarlos como si fuesen lo mismo; es decir,
la parte humana que piensa.
Más allá de la cita mística, la
realidad es que el cerebro-mente está todo el día pensando. Muchos de esos pensamientos
son rutinarios e imperceptibles, que tienen que ver con activar los músculos, o
para regular y dirigir las funciones de la química corporal, o las glándulas y
la fisiología en general. Otros, muy numerosos, más propios del intelecto, son
los que intoxican nuestro entendimiento, cuerpo y espíritu.
Veamos cuáles son esos pensamientos
“parásitos”, que consumen nuestra energía y nuestra serenidad, y que los
podemos clasificar en cuatro grandes grupos:
- Recuerdos desagradables. Conciernen a estar mirando al
pasado, a pasar tempo recordando lo que no debimos hacer, acordarse de la
oportunidad que se nos fue, a evocar a la persona que perdimos; pensamientos,
todos ellos, que nos anclan al pasado, que nos remiten constantemente hacia el ayer
y nos sofocan en un estado culposo y de autocastigo.
- Inquietud por el futuro. Es el miedo, proyectado e
infundido, en gran parte, por las influencias manipuladoras de otros que, por sigilosas
razones, quieren - y les conviene - que vivamos en el miedo, en la amenaza
constante. Sin embargo, hay que aceptar que vivir en estado de alerta – por peligros
persistentes – es parte del ADN ancestral del hombre.
- Ruido de fondo. Pensamientos que son como bucles
mentales, como canciones pegajosas que no podemos dejar de tararear, o una idea
que se repite mil veces, y que no podemos alejarnos de ellos fácilmente.
- Preocupación sobre los quehaceres del día. - “Hoy tengo
que hacer esto o el otro, y no lo he hecho”; es una turbación por un micro
futuro situado en el hoy. A veces son consecuencias de los actos y omisiones
del ayer, y que hoy ya no tienen remedio.
¿Cómo eliminarlos y lograr
concentrarse en lo importante del aquí y el ahora?
Lo primero que hay que hacer es estar
en permanente observación de lo que estamos pensando y – por ende – de lo que estamos
sintiendo a lo largo del día. Si el sentimiento predominante es negativo o
infeliz, hagamos una pausa e iniciemos un “retro rastreo”, es decir una búsqueda
desde el presente, rumbo al pasado, a partir del síntoma del malestar, hacia el
pensamiento-sentimiento que le precedió; y así, profundizando en retrospectiva,
hasta dar con el pensamiento raíz, con el que causó nuestra contrariedad del
presente.
Una vez revelado el pensamiento original,
el pensamiento “madre”, y una vez hecho consciente de que se sitúa en alguno de
los cuatro grandes tipos de pensamientos, antes enunciados, caeremos en cuenta de
que la gran mayoría de ellos no tienen remedio pues están en el pasado, o no
van a ocurrir nunca aunque estén en el futuro; sobre todo si aceptamos que: “El
90% de los miedos que tenemos, nunca se convertirán en una amenaza real” (Marian
Rojas Estapé)
Más todavía: si esos pensamientos
sobre el futuro realmente llegaran a concretarse sería en un mañana lejano, al
que quizás no lleguemos, y entonces ¿para qué preocuparse? ¿para qué sufrir por
lo que aún no ha ocurrido?
“El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar
su miedo”
Émile Auguste Chartier
Rubén Manuel Sañudo
Gastélum.
El autor es Coach y
Consultor de Empresas.
Correo:
manuelsanudog@gmail.com
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