Manuel Sañudo
“Algún día caminaré
y seré libre. Dejaré aquellos estériles, a su estéril seguridad. Me iré, sin
dejar un domicilio donde me encuentren. Caminaré a través de una región salvaje
como un Atlas desempleado, y allí, dejaré
el mundo para que sin preocupación, me maraville”
James Cabin
Me refiero a la Libertad, en el más amplio sentido de la palabra: en la
de pensamiento, palabra y conducta, y hasta en la independencia financiera.
La esclavitud financiera imposibilita
la liberación necesaria para lograr el verdadero éxito personal, por la paga de
un sueldo o un intercambio mercantil. Peor aún, envilece al que deja de pensar,
hablar o actuar como se lo dicta su conciencia, y agacha la cabeza frente a las
reglas ajenas, y todo por temor a perder esos beneficios monetarios.
Para ser verdaderamente libre y
exitoso, hay que desencadenarse de la obediencia ciega. No es que esté en
contra de la virtud de la obediencia, si no que me declaro enemigo de la sumisión
ofuscada: la que es obligada por otros y que
va en contra de lo que uno desea o cree. De este modo, se pueden cometer
actos tan absurdos como los de los soldados en guerra: matar a los otros, que ni
conocen y que muy seguramente, además, ni siquiera saben el verdadero por qué
de la matanza.
La obediencia debe ser completa,
espontánea y natural. No forzada, no forzosa, ya que eso atenta contra la
libertad de la que aquí escribo; pero, desde siempre, la humanidad se ha
dividido en dos grupos sociales: los que mandan y los que obedecen –forzada y
ciegamente la mayoría de las veces. Antaño, al desobediente lo quemaban en la
hoguera, lo colgaban de un árbol o lo desterraban. Eso, sin tocar el tema de la
tortura previa a todo ello.
En esta época, los métodos de
coacción que se usan para meter en cintura a los desobedientes son más sutiles,
pero no por ello menos violatorios del libre albedrío… Una de las prácticas de
coerción más difundida, es conseguir con dinero privilegios o cosas, y comprar
las conciencias y voluntades de los demás. Don Dinero, sigue siendo un poderoso
caballero.
Es que entonces, ¿hay que estar solo para ser libre?
Nunca somos lo suficientemente libres para tomar decisiones, salvo momentos
excepcionales, pues siempre estamos influenciados, directa o indirectamente,
por el entorno (sociedad, trabajo, familia, amigos…)
Por lo tanto, únicamente en una
soledad absoluta, apartada totalmente de la sociedad, una persona se podría
considerar libre. Pero, ¿hasta qué punto sería buena esta libertad total si no
tenemos a nadie con quien interrelacionarnos? La vida se convertiría en algo
sin interés ni motivación.
Tampoco creo que debamos renunciar a
nuestra libre potestad por tener que convivir con la gente. Quizás este punto
de vista parezca egoísta, pero si queremos ser verdaderamente independientes, deberíamos
tomar las decisiones sin mirar a nada ni a nadie; aunque muchas veces esto
resulte prácticamente imposible, porque estamos demasiado atados a nuestras
circunstancias personales.
Para ser libre, se pueden tomar como
referencia estas tres características fundamentales:
- Vivir la vida con el
propósito que nos guste, dentro de los Valores Universales, que no
necesariamente deben ser los establecidos por las reglas y normas ajenas:
institucionales, empresariales, políticas, religiosas o morales. Todas estas
son relativas y a conveniencia de esos grupos de poder.
- Poder modificar la
educación aprendida y adaptarla a las propias necesidades.
- Tener autonomía para
decir lo que se piensa -o se ha descubierto-, de tal manera que la comunidad
pueda beneficiarse si así le conviene.
Que cada quien reflexione sobre la
soledad, la libertad y sobre su dependencia de los demás, y que sea consciente
de que quien no sigue el juego de los grupos dominantes de turno, será
desterrado de estos. Después, ya no tendrá derecho a jugar, ni a recibir las
canonjías por ello; pues la regla es clara: “Si no estás conmigo, estás contra
mí”, y el castigo del rechazo es el precio a pagar.
“No hay nada más peligroso que la obediencia ciega”
Anónimo
Rubén Manuel Sañudo Gastélum.
El autor es Coach y Consultor de Empresas.
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