Responsabilizarse de sí mismo


Manuel Sañudo


“La mala suerte fue inventada para culparla de  nuestras torpezas”

Katel


Somos propensos a echar las culpas de nuestros yerros y defectos a los otros o a la mala fortuna. Por azaroso que sea el entorno, a final de cuentas el responsable de uno mismo… ¡es uno mismo! En estricto sentido no hay más a quien atribuir la responsiva.


La vida es una sucesión de decisiones, grandes y pequeñas, cotidianas y ocasionales. Algunas son determinantes, pues marcan quiebres radicales del rumbo de nuestra existencia. Pueden ser atinadas o no. Sin embargo, siempre será posible rectificar en caso de equivocaciones.

Recuerdo una conferencia en la que el expositor dijo: “Te quejas de que tu sueldo es bajo y fijo, pero ¿quién lo fijó?... Tú mismo, desde el momento en que lo aceptaste como tal; así que no acuses a tu empleador”.

La afirmación, muy aguda por cierto, demuestra esa propensión a quejarnos de lo que, en primera instancia, es atribuible a nosotros mismos; pero como nos falta el valor para arriesgarnos a lo incierto (de un ingreso variable, de un cambio de trabajo, de enfoque del negocio…) preferimos responsabilizar a los demás o a las circunstancias.

¿Que la economía está mal?, ¿Que hay crisis financiera y problemas? “Detrás de todo problema siempre hay una oportunidad”, dice la popular frase. Pero, es cuestión de saber buscar; aunque en ocasiones la búsqueda sea más dificultosa.

No pretendo pasar por ingenuo y disminuir el impacto, personal y empresarial, que producen las crisis económicas. Más aún, cuando que he transitado – al igual que millones de mexicanos más - por más de 4 grandes devaluaciones y la peor crisis financiera de la historia de los últimos cien años de México: el desastre bancario de 1995.

No obstante, la gran mayoría de los involucrados en ella, aquí estamos, de un modo ú otro.

Claro que, en aquellos funestos días, sentíamos que ¡el mundo llegaría a su fin! Si alguien, con una bola mágica de cristal, nos hubiese dicho que, pasados unos años, las cosas y la economía se reacomodarían de nuevo hubiésemos recorrido por ese trance con menos sufrimiento, aunque no necesariamente con menores pérdidas.

Es decir, ¿para qué tanto dolor desmedido?, ¿A cuántos y a cuáles situaciones inculpamos?, ¿Cómo podríamos habérnosla pasado menos mal?...

De esas experiencias extraje tres lecciones:

- Viajar ligeros de equipaje, ¡siempre! Así, los virajes serán más viables y livianos. Sea en lo personal, sea en lo empresarial. El endeudamiento desproporcionado, activos fijos superfluos, gastos excesivos, innecesarias ataduras, etcétera, serán enormes estorbos cuando la tempestad arrecie.

- Tener temple. El temple es  la capacidad de una persona para enfrentarse con serenidad a situaciones difíciles o peligrosas. Es la fuerza para intentar, tantas veces como sea necesaria, la tarea propuesta hasta lograr el objetivo, más allá de los fracasos propios o ajenos.

Se requiere saber bien quién es uno mismo, tener gran auto confianza, y aceptar y asumir responsabilidades. Es muy importante impedir contagiarse de los miedos ajenos.

- Rememorar la naturaleza pasajera de nuestro paso por este mundo. Ayuda traer a la memoria que los problemas - ni la vida misma - son eternos. Que las dificultades son temporales y que tendrán una cerradura de ciclo.



Inteligente es aquél que, a sabiendas de esto, no cae en la dejadez y se forja un mejor tránsito sorteando la tempestad.



El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com
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D. R. ©2008. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.