“Aldea Mental”

Manuel Sañudo

“Bendito aquel que sin inmutarse puede ver pasar tranquilamente las horas, los días y los años, con salud física y mental...
Déjame vivir así, sin ser visto ni conocido; déjame morir así, sin lamentos. Arrebatado del mundo y sin tan siquiera una piedra que diga dónde yazgo”
(Fragmento del poema “Soledad”)
Alexander Pope

Seguramente sabes de casos de personas o de grupos religiosos que, ante las atrocidades del mundo, prefieren vivir alejados de la sociedad y sus circunstancias.

Tal es el caso de los Menonitas, por citar un ejemplo. Estos grupos se han dedicado a la labranza de la tierra y a vivir un estilo de vida sencillo, sin automóviles, electricidad ni otros progresos de la vida moderna. Se distinguen por sus vestimentas modestas. Todo es expresión de su entendimiento de la fe cristiana, en la que es muy importante mantenerse apartados del mundo.
O, más claro aún, el del propio Alexander Pope, poeta inglés y escritor satírico, quien por su malformación de la columna, su estatura era de tan solo 1.37 ms. Padeció de otras enfermedades y, por ello, prefirió la soledad de la naturaleza, apartado del ruido y las agresiones de los demás.
Para Pope, como esos grupos o sectas pudo ser, en su época, una buena salida el fundar su propia Aldea, segregada del mundo. Ahora, es más difícil por la globalización.
Para los que no pueden, y quisieran hacerlo, ¿cuál remedio les queda? Aparentemente ninguno: seguirán atrapados en el embudo del caos y la violencia que caracteriza a las grandes ciudades… y a las medianas y pequeñas en cierto grado también. Con el avance de las comunicaciones ya casi nadie puede quedar aislado.
Algunos – frente al estrés cotidiano y permanente - optan por diversos hobbies, viajes, frívolas distracciones o la escapatoria artificial mediante las drogas o el alcohol.
La realidad es que la mayoría carece de la posibilidad de eludirse más allá de lo que no sea pasar las horas enteras frente al televisor, viendo telenovelas o martirizándose con la repetición las mismas noticias (amarillas y rojas, por supuesto) hora tras hora, canal por canal. Esto no es como para olvidarse de lo que no se quiere saber y que, no obstante, es la materia prima de todos los días de ese mundo del que nos quejamos, pero en el que vivimos.
¿Qué hacer, pues, para lograr el sosiego mental?
Quizás, el irse a vivir al bosque, en tu propia aldea, sea una romántica e inalcanzable solución. Tenemos que “vivir” en ese mundo para ganarnos el sustento. No todos tenemos la vocación o la facilidad de ser agricultores y fervientes religiosos.
A más que la renuncia a la sociedad y sus costumbres, a las ataduras de pertenecer, de ser “alguien”, o abandonar a la familia y al empleo, es inimaginable para los muchos. Sin embargo, sueñan con llegar a la ansiada jubilación… para ¡no tener nada que hacer! Sigue tácito que el retiro no fue el remedio. Quizás por eso, según las estadísticas, muchos mueren en los primeros tres años después de jubilados.
Sugiero que formes tu propia “Aldea Mental”: que vivas donde vivas y trabajes donde sea, en tu mente implantes el sosiego del que nos habla Alexander Pope. Es en tu mente en donde puedes crear tu refugio espiritual del día a día.
Procura reservar un tiempo diario para ti. Olvida el televisor, la Internet, el periódico y sus noticias alarmantes. El mundo, de cualquier forma, seguirá sin importarle si te preocupas o no por él. Dedica, por lo menos, treinta minutos diarios a descansar en tu “Aldea Mental”.

Plántate en tu aldea, crea un vacío mental, contáctate con El Supremo y reza sin palabras y en silencio. Después, verás que el mundo es distinto.


Correo: manuelsanudog@hotmail.com 
D. R. ©2009. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.