El Agio Formalizado

Manuel Sañudo

“Maestro, quisiera saber ¿cómo viven los peces en el mar?
Como los hombres en la tierra: los grandes se comen a los pequeños”.

William Shakespeare

En México nos hemos llenado de agiotistas y prestamistas,”formalizados”, que tienen la patente de corzo para lucrar con las clases populares que son atrapadas – entre otras artimañas - con el ardid del “compre ahora y pague después”.


- Primeramente tenemos a los bancos que cobran indebidas o desproporcionadas comisiones por todo tipo de servicios - y pretextos - obteniendo con esto un cómodo lucro, sin afrontar su obligada presencia (y el core business, también) en el financiamiento y desarrollo de los actores de la economía nacional.

 Y ¿qué decir de los miserables intereses que pagan a sus ahorradores?, ¿o de los atropellos financieros del “dinero plástico”?

- Enseguida están los grandes comercios detallistas que venden a crédito, cobrando intereses de desmandada infamia. Y, al mismo tiempo, cargándole al cliente cualquier cantidad de conceptos y “servicios”, a crédito, para así engrosar el adeudo y acrecentar exponencialmente las cuentas por cobrar.

Y sus prácticas de cobranzas – con disímiles grados de injusticia – que van desde la presión sicológica, con llamadas telefónicas y visitas domiciliarias, claramente violatorias de la Constitución (Título 1ero., Cap. I, Art. 16), amenazas de diversos tipos y hasta los ilegales embargos de mercancía con fingidos abogados habilitados por los propios comercios en cuestión.

Es de llamar la atención el silencio total de las autoridades, que debieran intervenir para frenar estos abusos bancarios y comerciales.

- No formalizada, pero sí tolerada, está la notoria participación de los “auténticos” usureros. Quienes, al menos, tienen la valentía – o descaro - de no negar su esencia de agiotaje.

Todos ellos cobran intereses de verdadero agio. En total desproporción a la inflación que traemos, a los intereses internacionales, a la capacidad de pago, la ausencia de sensatez del consumidor y, en especial, a lo que se refiere a la moralidad y a la justicia.

No está por demás recordar que en la edad media los usureros eran quemados vivos en la hoguera. Entonces se consideraba un pecado grave… ¿y ahora?

Varios de estos especuladores se lavan sus conciencias aduciendo que “de otra forma sus clientes no podrían adquirir lo que ellos les venden”. Que, por lo mismo, sus “facilidades” de crédito son un enorme servicio  - casi un favor – que le hacen a sus parroquianos. Y, por el riesgo asumido de fiarles, se ven obligados a cargar exagerados intereses para afrontar las cuentas incobrables.

De buena fuente sé que esa proporción de incobrable históricamente ha fluctuado, en la mayoría de los comercios, entre un  4 y un 8 % del total de la cartera. Dinero incobrable del que el fisco absorbe gran parte de la “pérdida”.

¿Cómo, entonces, se justifica el cobro de seis tantos más por concepto de financiamiento? Que en ciertos agiotistas, de los “institucionalizados”,  llegan a ser casi 15 veces más, es decir… ¡el 99% anual!... ¿es que no se conforman con el ya, de por sí, excedido margen bruto de ganancia del doble del costo de la mercancía adquirida?

Hace años, el dueño de uno de estos consorcios comerciales y financieros, me dijo: “el que compra a crédito es un tonto”.

Cruel conclusión: él considera a sus clientes unos tontos.


El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com  
D. R. © 2006. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción del artículo sin el consentimiento de su autor.