“Mentirotecnia”

Manuel Sañudo


“El hombre es en todas partes enemigo nato de la mentira”


Thomas Carlyle




La mercadotecnia debe cumplir con satisfacer las necesidades del consumidor. Pero no se vale mentir a los compradores – aplicando esa ú otras técnicas - para aumentar las ventas, ganarle alevosamente  al competidor, atraer clientes cándidos, salir de la mercancía rancia, lucrar abusivamente y en general engañar  al público.

El fondo ético del asunto es el respeto al valor universal de La Verdad. Y, desde un punto de vista práctico y de negocios, está en juego la credibilidad y la imagen de la empresa y sus dirigentes.


No se debe de tratar a los clientes como si fueran tontos. Tarde o temprano el engaño al que sean sometidos será descubierto, con sus fatales consecuencias para el embustero. Esto es extensivo para los gobernantes – que buena falta les hace hablarnos con la verdad – para la sociedad, la  familia y sus individuos.

Que, como consumidores o ciudadanos, a veces nos dejemos engañar, eso es otra cuestión que tiene sus raíces culturales, educativas e históricas. Y no porque seamos “dejados”,  el engaño es valedero. Pero como son tantos años -  incluso siglos - de vivir así, nos parece lo normal.

Conozco casos de empresas que, por su desmedida ambición de ganar dinero, han caído en la maña cotidiana del engaño y el abuso. No obstante, ante la entrada de  competidores más honestos y que ofrecen lo mismo por menos o más por lo mismo, se han tenido que suavizar obligadamente. Esa es una ventaja del modelo de la libre competencia; pero en esta libertad no encaja la mentira; o no debería, al menos.

Veamos algunos ejemplos de “Mentirotecnia”: anunciar los precios sin IVA para hacernos creer que son más bajos. La letra pequeñita, y abusiva,  al calce de los anuncios o contratos. Los envases - hábilmente diseñados - para aparentar mayor contenido del producto. La falta de advertencias sobre los efectos secundarios del uso de un producto o el venderlo a sabiendas de que hace más mal que bien. La piratería que roba las marcas y diseños y miente al consumidor…

Ahora, ciertos médicos - otrora ejemplo de honestidad  y respeto a su Juramento Hipocrático – les inventan tratamientos o cirugías innecesarios al paciente para lucrar indebidamente. Los productos chinos que entran engañosamente a México con etiquetas que dicen que son fabricados en otro país, para así pagar menos aranceles. Y la peor mentira: la corrupción aduanera que existe de por medio.

El cliente quizás no se queje abiertamente, pero se alejará de los establecimientos que cometen la trampa.

Otro tanto podríamos citar de situaciones tramposas similares - en cuanto a la información que se maneja hacia el interior de algunas empresas - en las que la mentira es una experiencia habitual; o para decirlo en  otros términos: lo que se piensa y se dice no corresponde con la realidad de lo que se hace con los empleados, proveedores y acreedores en general. La verdad brilla por su ausencia.

No es suficiente con disculparse arguyendo que “así es la tecnología moderna de mercadear y comunicar”; es materia del acatamiento al valor de la veracidad.


Pregonemos con el ejemplo dentro y fuera de la empresa. Hagamos que las generaciones actuales y venideras retomen el aprecio por los valores universales, en este caso específico, por el de La Verdad.




El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@gmail.com 
DR. ©2005 Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción de este artículo sin el permiso del autor.