¡A los tibios los vomitaré de mi boca!
Se dice en la Biblia
Cuando te
preguntan: “¿Cómo te ha ido?”, tal vez reaccionas en forma mecánica y
respondes: “bien” o “más o menos”, como no queriendo profundizar en el tema. O
porque no sabes en qué consiste la medición del “cómo te ha ido”; porque no
tienes claros tus parámetros de éxito en lo personal.
Una definición de la palabra éxito dice que “es el
resultado feliz de un asunto o actuación”. Veamos en qué consiste eso de
terminar con un resultado feliz.
La felicidad es un estado de ánimo de la persona
alegre y satisfecha por la situación en la que vive. Y, si su estado de ánimo
anda así, no hay mucho qué discutir; es que al parecer está feliz y exitoso. O,
al menos, así se siente conforme a sus creencias o paradigmas.
Por eso, el concepto de la felicidad, y la evaluación
de la misma, son únicos y muy diferentes para cada persona.
Para algunos el éxito será acumular grandes sumas
de dinero; para otros lo será el gozo de emprender o la innovación, el
reconocimiento de la sociedad, el poder de crear, el ser útil a la comunidad o
lograr fama y prestigio, etcétera. ¡Cada cabeza es un mundo!...
Si pretendes obtener un lucro, por el lucro mismo,
debes regirte por unos indicadores de éxito muy específicos.
Pues, en los asuntos del dinero, existe mucha
similitud en los parámetros de medición de ese resultado feliz. Ya que la
esencia de un buen manejo financiero es maximizar los beneficios, entre otras
referencias mensurables.
Es aquí que los indicadores son nítidos,
cuantificables y muy parecidos para cualquier tipo de asunto meramente
financiero. En particular por lo que toca a lograr una óptima rentabilidad,
donde se asignen los mejores recursos a las mejores oportunidades, y se
abandone lo que no conduzca a la consecución de esas metas.
Establecer indicadores de tu éxito personal es tu
tarea exclusiva, y debes de partir de tu visión del trabajo que deseas hacer y
de tu proyecto de vida.
¿Qué quieres darle al trabajo y qué quieres que
éste te dé?
Debes desligar, de una parte, el parámetro de
felicidad personal y, de otra, los indicadores de los resultados de tu
actividad económica; aunque en la práctica suelan coexistir mezclados y de
algún modo confundidos. Más de una vez, tal confusión, te habrá llevado a
plantearte una pregunta muy popular: “¿Trabajo para vivir o vivo para
trabajar?”
Procura tener una congruencia muy estrecha entre tu
visión personal y lo que tu trabajo puede y debe dar.
Si no la hay, sería tanto como si le pidieras peras
al olmo. En ocasiones, tu visión puede no coincidir con lo que tu trabajo
necesita y, por lo mismo, forzarlo hasta la asfixia y la muerte.
Tú no llegarás donde no quieras ir, y tampoco donde
tu trabajo no pueda o no tenga los recursos para llevarte. Tu visión de lo
laboral puede ser tan fuerte e irreal, que te desubiques.
O, puede ser, que estés muy convencido que te
conviene hacer cambios; pero, si no quieres hacerlos, eso afectará los
resultados objetivos del desempeño de tu labor.
Te recomiendo que busques la necesaria coincidencia
entre lo que quieres alcanzar y lo que te es posible obtener; tanto en tu vida
personal como en la profesional.
Es importante que reflexiones, profundamente, en lo
que quieres lograr y para qué eres bueno, como persona y como ente productivo.
Para que apliques tus mejores talentos a tus mejores oportunidades de vida y de
generación de ingresos.
Tienes que ser implacable con los parámetros de
medición del éxito en lo referente a tus finanzas. Exigiendo y trabajando con
vehemencia para que los números se hagan realidad.
Puesto que la aritmética no es negociable. O
encuentras la manera de que tu trabajo te dé altas rentas o no tiene sentido
que te aferres a esa alternativa.
O eres feliz como persona, a la par de ir logrando
lo anterior, o estarás desalineado entre lo que quieres económica y
personalmente hablando. De ahí la necesaria congruencia entre lo uno y lo otro.
Ser implacable, como serás con los resultados
financieros, no lo apliques al aspecto vivencial de tu persona... si es que
quieres vivir una vida sana y equilibrada. Una vida que valga la pena vivirse.
Debes ser condescendiente, sensato y hasta amable
con tu visión personal, y alinearla a la situación de tu trabajo. Así, estarás
en una posición ganadora. Como ser humano y como ente productivo.
Hay que tener la mente fría
para las labores y el corazón caliente para la vida.
El autor es Consultor en Dirección de Empresas.
Correo: manuelsanudog@gmail.com
D. R. ©
2003. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción de este artículo
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