¿Se vale romper las reglas?

Manuel Sañudo


 “Gobernar significa rectificar”

Confucio


Hace algunos años leí el libro titulado “Primero,  rompa todas las reglas” (Buckingham y Coffman)…que tiene el sano mensaje de que si las reglas han perdido su validez y eficacia debemos cambiarlas para mejorar. No como actos de rebeldía e indisciplina imprudentes, si no como sensata invitación a un saludable cambio de paradigmas.

Como una muestra de un ciego e inercial – probadamente inútil – acatamiento de las reglas, enseguida reproduzco un hecho histórico:

La distancia que separa los rieles de las vías de los trenes es de 143.5 CMS. ó 4 pies y 8.5 pulg. ¿Por qué esta medida tan absurda? Porque, al principio, cuando construyeron los primeros vagones de tren, usaron las mismas herramientas utilizadas en la construcción de carruajes.

¿Por qué los carruajes tenían esa distancia entre la ruedas? Por que las antiguas carreteras debían hacerse con esta medida, y sólo así podían circular los carruajes.

¿Quién decidió que las carreteras debían hacerse con esta medida?... Y he aquí que, de repente, llegamos a un pasado muy distante: los romanos, primeros grandes constructores de carreteras, así lo decidieron. ¿Por qué razón? Los carros de guerra eran conducidos por caballos – y al poner uno al lado del otro, los animales de la raza que usaban en aquella época ocupaban 143.5 CMS.

De esta manera, la distancia entre los rieles de hoy, usados por los modernos trenes de alta velocidad, fue determinada por los romanos. Cuando los emigrantes se fueron a Estados Unidos a construir ferrocarriles, no se preguntaron si sería mejor cambiar el ancho, y siguieron con el mismo patrón.

Esto llegó a afectar incluso la construcción de los transbordadores espaciales: los ingenieros americanos creían que los tanques de combustible debían ser más grandes, pero eran fabricados en Utah , había que transportarlos en tren hasta el Centro Espacial de Florida, y en los túneles ¡no cabían! Conclusión: tuvieron que resignarse a lo que los romanos habían decidido como medida ideal.

¿Y qué tiene que ver eso con los negocios?... ¡pues mucho!, ya que en algún momento dado de la historia de éstos, apareció alguien y dijo: “los negocios deben manejarse de tal o cual forma obedeciendo unas reglas exactas que serán válidas aunque varios no estén de acuerdo con ellas”… Es aquí dónde conviene hacerse la pregunta del título de arriba: ¿se vale romper las reglas?

La respuesta evidente es que sí. Que sí se vale romper las reglas cuando éstas son inoperantes. Sin embargo, hay que aceptar que la frase es agresiva (“romper las reglas”) y tiene connotaciones de indisciplina - violencia incluso - y por ello genera rechazo.

Ya me parece escuchar a un jefe que tuve, quien solía exclamar: “¡las reglas son para acatarse, no para discutirlas!”. Este estilo militaroide exige una nociva docilidad al subalterno; ante la cual hasta el propio creador de las reglas sería el primero en reclamar: “que no hay que seguirlas a ciegas, si es que no funcionan”.

Recomiendo una permanente labor de limpieza y revisión de las reglas. Sin que esto repercuta en los gastos. Es decir, que los mismos empleados, que deben seguir las reglas, sean sus propios revisores. Y bajo un esquema que le imprima orden al proceso. Pues de otra forma puede resultar más caro el remedio que la enfermedad.

No obstante, siendo realistas, existen unas serias limitaciones para esa labor de limpieza,  como son:

- La fuerza inercial, y la creencia generalizadas de que “las reglas son para respetarse, y no para cuestionarse”.

- La constante inhibición de la creatividad en el personal. Inclusive es la dirección quien le dice al departamento de personal que busque gente dócil, que siga las reglas tenazmente.

- El mismo personal, al que le resulta más cómodo seguir lo establecido… que emprender batallas contra molinos de viento.

- El cúmulo de reglas – y la obligación de seguirlas –genera un círculo vicioso que consume el tiempo de los empleados en ello;  a los que,  al final de la jornada, no les quedan ni ganas, ni tiempo de andar cuestionando reglas, pues si pasaron todo el día: ¡en obedecerlas!

Es un delicado balance,  que sería ideal alcanzar: personal comprometido con la empresa y sus reglamentos; además,  con un lozano sentido crítico – más las virtudes de la paciencia y perseverancia –  para contribuir a mejorar la operación cotidiana del negocio. ¿Será mucho pedir?...


El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com  
DR. 2005. © Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del  autor.