El dolor y el sufrimiento

Manuel Sañudo


“Sufrimos demasiado por lo poco que nos falta, y gozamos poco de lo mucho que tenemos”
Shakespeare

“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”
Frase de la sabiduría oriental


El sufrimiento y el dolor son propios de la condición humana. El dolor es imposible de evitar. El sufrimiento puede ser mitigado, si el individuo se lo propone; y hasta erradicado de la vida cotidiana.

El dolor, acorde al tenor del artículo, es una sensación aflictiva del cuerpo, la mente o el espíritu usualmente causado de afuera hacia adentro. El sufrimiento está en la raíz de la existencia, pues padecemos por el cambio, la enfermedad o el envejecimiento; dificultades ineludibles y encadenadas a la persona.

El sufrimiento es el flagelo, auto inflingido, por la impotencia ante los eventos terrenales que son inherentes a la vida misma, y por ello son inseparables del existir. Es la tragedia de desear y no poder obtener lo que se anhela: dinero, amor, éxito, fama, salud, poder, etcétera.

Peor todavía: hay personas que consiguen lograr todo lo anterior y continúan insatisfechos… ¿Por qué?: porque resurgen nuevos deseos inapagables en una rueda que gira permanentemente en la búsqueda – errónea – de la felicidad. La verdadera felicidad es aquella que emana del no deseo, del desprendimiento, de la alegría, de la integridad y del amor.

A la persona le resulta inevitable el dolor que proviene de afuera de su ser, pues se muestra en diversas modalidades sobre las que no ejerce control alguno: accidentes, enfermedades, agresiones físicas y morales, rupturas de relaciones, muertes de seres queridos… y pérdidas en dinero también.

Es irremediable sentir aflicción, por lo menos momentánea, pero sí se puede atenuar el sufrimiento emanado del dolor; ya que eso dependerá del poderío mental que se haya desarrollado como para prescindir de la “necesidad” de cumplir con todos los deseos que se agolpen en los sentidos.

François Fénelon (poeta y escritor francés) explicó lo anterior de manera muy clara: “La adversidad depende menos de los males que sufrimos, que de la imaginación con las que los padecemos”. Es por tanto, que la mayor parte de la congoja se suscita en las percepciones que realiza la mente acerca de los trastornos enfrentados.

Muchos individuos son desdichados y nunca alcanzan la satisfacción porque apenas consiguen algún logro, dejan de asignarle valor, o porque sienten culpa por su trabajo, o porque no le encuentran sentido a su existencia.

En lo que toca a los negocios, la gente sufre por tres causas principales:       

- Porque creen que serán felices si ganan mucho dinero y no lo logran, o nunca les parece suficiente.

- Porque han ganado grandes sumas de dinero, pero no son felices. Pues se dieron cuenta que cayeron en la trampa de creer que el dinero les daría la felicidad (si bien “calma los nervios”, como dicen por ahí) y perdieron buena parte de sus vidas persiguiéndolo como si fuera un fin en sí mismo,  y no lo que realmente es: un medio para adquirir cosas; pero con él no compran la felicidad. 

- Porque han logrado hacerse de mucho dinero, son felices, pero tienen miedo de perderlo. Vivir con temor no es vivir con plenitud.

Lo que me recuerda la frase de una canción, de Facundo Cabral, que reza así: “Cosa rara el hombre: nacer no pide, vivir no sabe, morir no quiere…”

Lo que ocurre es que los sentimientos y las emociones, tales como la cólera, la voracidad, el arrepentimiento, la culpa, la ansiedad y la depresión, están intensamente sumidos en los personajes que forman el mundo de los negocios. Por lo tanto, es imposible no sentir nada por lo que de ellos se filtre al interior de cada quien.


Lo importante – en todo caso – es ganar dinero, no ganar sufrimientos…



El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@gmail.com 
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