El valor de La Persistencia

Manuel Sañudo

“La constancia no está en empezar si no en perseverar”

Leonado Da Vinci


Los deseos compasivos y las buenas intenciones son tan sólo el empiece para lograr un resultado. Pero éste no se obtendrá sin el motor de la persistencia, de la tenacidad, de lo que estimula al individuo a concretar las ideas en efectos palpables.


No todas las personas tienen ese “motor interno”. Es, en gran medida, una condición con la que se nace... es un asunto hereditario, también de educación y de hábitos virtuosos.

Y en el otro polo opuesto están los muchos que se inclinan por eludir la carga y el compromiso que a esto conviene – dado que se requiere de sólido trabajo y desempeño pertinaz.

No hay nada que sustituya a la persistencia.

Por lo que traigo a cuento el enunciado siguiente: “Nada es tan poderoso como la persistencia. No lo es la sabiduría, pues el mundo está lleno de sabios. Tampoco la inteligencia, las cafeterías están repletas de gente inteligente. Ni el talento, éste está en toda persona. Lo que es verdadero poder, que materializa cosas, es el poderío de la perseverancia”.

Cierto empresario acostumbraba decir a sus colaboradores, para motivarlos en la obtención de los objetivos: “Les pido hasta el último esfuerzo para conseguir las metas”. Y, acto seguido, lanzaba la pregunta y la conveniente respuesta: ¿y cómo sabrán cuál es el último esfuerzo?... será el inmediato anterior que realizaron, previamente, a que brotara el resultado.

Lo que este hombre de negocios trataba de infundir en sus colaboradores era la valía de la perseverancia en ese - no tan disimulado - mensaje de “esfuérzate hasta que lo logres”.

Es precisamente ese último chispazo de energía (ya cansados, seguramente) el que aplicamos en el proyecto y el que nos lleva a la victoria de la meta.

Es el postrero empuje, es el no cejar, no darse fácil y cómodamente por vencido... aunque los demás así se hayan pronunciado. Y, esto, hace la diferencia entre los que lo intentan y los que consiguen el triunfo. Entre los mediocres y los exitosos...  Así de descarnado y de simple.

Acaso se deba el que la mayoría - aquella que no da hasta el último aliento en la batalla por el logro del resultado - ha recibido una desarreglada educación en el seno familiar, en la escuela, y hasta en los diversos trabajos que hayan tenido.

Lo que me lleva a pensar que algo estamos haciendo mal como sociedad y como comunidad empresarial. Lo mismo va para la parte de responsabilidad que le toca al Gobierno.

¿Qué es lo que estamos haciendo mal?

Puede ser que la educación, los ascensos en las empresas y el progreso en las carreras políticas y burocráticas poco - o nada - tienen que ver con los méritos y con los resultados. Se relacionan más con las actividades que con los logros. Es algo similar al viejo dilema de administrar por actividades contra administrar por objetivos.

Desgraciadamente dicen más las relaciones, las simpatías, el nepotismo, las apariencias y toda una serie de factores subjetivos, que los contundentes logros tangibles.

Un funcionario gubernamental me dijo en una ocasión: “en la política no funciona el ‘meritómetro’, lo que cuenta es con quién estés relacionado”... Triste realidad.


Está en la conciencia y en las acciones, que como sociedad, llevemos a cabo para cambiar la nefasta cultura que no premia al que hace que las cosas sucedan, que los resultados se den.




El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com 
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D. R. ©2007. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.