¿Éxito, fracaso o conformismo?

Manuel Sañudo

“La mediocridad es excelente en los ojos de los mediocres”

Joseph Joubert


El acto de emprender implica triunfar o fracasar. Ante estos incompatibles sucesos es que muchos prefieren la zona de comodidad del conformismo y la mediocridad ante la eventualidad de perder. Con esta actitud también aniquilan la posibilidad de ganar.


Actitud muy respetable – la de no arriesgar – pues cada quien resuelve lo que hace con su vida y sus actos. Lo que no procede es el lamento continuado en que se anegan los que sufren el dolor de la poquedad. 

Varias personas, que se quejan por que no son exitosas, no son consecuentes de esa condición de pasividad y medianía. Otras son conscientes de ella, pero continúan velando y sosteniendo la actitud porque les provee de la distracción en la cual es fácil aceptar la pequeñez como elección vital.   

Cuando permitimos una actitud así, ésta termina por sustraernos del entero compromiso por nuestro éxito y sitúa la culpa, de la frustración y estrechez, afuera de nosotros mismos. De golpe, la culpa de nuestra mala estrella es de otras personas, de las eventualidades o de la fatalidad.

Exceptuando cualquier excusa que justifique nuestra mediocridad, sólo tendríamos dos posibilidades: aceptar la total responsabilidad por nuestras circunstancias y cambiar rumbo al éxito. O aceptar que somos incompetentes para tomar control de nuestra vida y resignarnos al fracaso.

Los pretextos nos dan una tercera opción aún peor que la segunda: nos transforman en personajes, bien intencionados, a quienes desgraciadamente el destino no les ha favorecido. Terminando por ser las pobres víctimas de una contingencia cruel: la mediocridad.

La mediocridad es más infame que el fracaso absoluto. Éste, al menos, fuerza a valorar otras disyuntivas. Cuando se ha tocado fondo, y encuentra uno el punto más bajo de su vida, la única elección es remontar. La miseria total, la derrota completa y el tocar fondo obligan a actuar.

Sin embargo, con el conformismo sucede todo lo contrario. Puesto que éste genera mediocridad y a su vez ésta prolonga el conformismo.

El gran peligro de la mediocridad es que es soportable, se puede convivir con ella. Es como una piedra dentro del zapato: no mata, pero duele.


Lo que ocurre es que no duele lo suficiente como para impulsar hacia la acción aventurada de emprender. De la que se puede derivar una victoria o una derrota.




El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com  
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D. R. ©2007. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.