Fortuna e infortunio

Manuel Sañudo

 “Estar comparándose con los demás es síntoma de inseguridad”
Anónimo

Escuché en las noticias que tres millonarios, de diferentes países, se habían suicidado porque les perjudicó la crisis financiera. Dos de ellos de sendos balazos en la cabeza… el tercero se arrojó a las vías del tren.

El informante remarcó que el tercer suicida había perdido la mitad de su fortuna: “de 1000, había bajado a tan sólo 500 millones de dólares”; los que, a la inmensa mayoría del mundo, ciertamente nos vendrían muy, pero muy bien.
Fortuna e infortunio: situaciones opuestas atadas, en la mente, a una suma de dinero.
Por grande que haya sido la tribulación del suicida, él fue quien tasó el valor de su vida: en quinientos millones de dólares.
¿Es mucho o es poco dinero? Resulta cuantioso cuando sabemos que hay asesinos a sueldo que por muchísimo menos dinero liquidan a sus víctimas. Se traduce en muy poco cuando entendemos que la vida – por corta que sea – es invaluable. De ahí la incongruencia de las comparaciones.
De cualquier forma, el ex millonario echó en su balanza mental dos pensamientos: la pérdida de los quinientos millones, de un lado, y el valor de su propia vida en el otro.
Si nuestra identidad está ligada con lo que tenemos… y, por la razón que fuere, después lo perdemos será así que dejaremos – en nuestro auto concepto – de tener esa identidad porque estaremos fusionando lo que somos con lo que tenemos.
Con ese erróneo modelo se maneja el mundo financiero y social: “Las personas valen por lo que tienen”. Basten dos conocidos ejemplos:
-         Incesantes mediciones y publicaciones sobre los hombres y mujeres más ricos del mundo. Sus altibajos monetarios y, en esencia, vanas comparaciones (¡Caso insólito!: al estar escribiendo esto leí que, en la Revista Forbes, publicaron en su lista de millonarios a un conocido narcotraficante mexicano… ¿Y la ética editorial?)

-         El duelo fingido, y exuberantes exequias, para el difunto que fue millonario. Y el contraste de funeral del hombre que muere pobre.
Es bueno tener dinero, darle el uso adecuado y situarlo en su marco real de valor. Y tenerlo en cantidades que, sobradamente, llenen nuestras propias necesidades y las de nuestras familias.
La obsesión por acumular fortuna, mucho más allá de esas necesidades, emana del ego que desorienta al rico y lo empuja a complicarse en una carrera que nunca podrá ganar: ser más acaudalado que el otro. El yo lo arrastra a la absurda e interminable comparación.
La comparación es la causa de muchos sufrimientos inútiles. Es, además, síntoma de inseguridad: de creer que el valor personal se acrecienta cuando el otro tiene menos dinero que uno; y el respectivo temor de perder esa “ventaja”.

La comparación legítima es contra sí mismo: si hoy se es mejor persona que antes, y si cada día se va en progreso, actuando en el propósito, poco o nada deben importar las opiniones de los demás.


El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com  
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D. R. ©2009. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.