Pecados de omisión

Manuel Sañudo

“Abandonar  puede tener justificación; abandonarse, no la tiene jamás”
Ralph Waldo Emerson


Dejar que pase el tiempo omitiendo las acciones que te lleven a ser mejor, y poder influir para que los demás también lo sean, es tiempo desperdiciado de cada día. Tiempo perdido de ellos y, especialmente, del tuyo en la línea de tu responsiva vital. Por el contrario, si por lo menos cada día algo haces, en este rumbo, adentro y  afuera de ti, ello influirá en gran medida en los que te rodean.

No se trata de que iguales las grandes virtudes y las obras de la madre Teresa de Calcuta. No todos nacen con ese don divino. No por ello debes dejar de lado la responsabilidad, social y humana, que te toca por el simple hecho de vivir en un planeta junto con otros siete mil millones de individuos.
Podrás, cada día, ir actuando en los pequeños detalles que hagan que los demás sean y se sientan mejores. De paso, sucederá algo muy similar con tu mente y tu espíritu.
Tienes la obligación moral, por lo menos con cada uno de los seres que forman tu círculo cercano de influencia, de hacerles tener un día mejor de lo que hubiera sido sin tu presencia. Si no fuera así, es obligado que te preguntes: ¿A qué viniste a este mundo?
Acaso no naciste para ser como Mahatma Gandhi y no por eso debes caer en el abandono de la abstención conductual para con los demás, ya que siempre estará en tus manos inducir positivamente a los otros. Con una sonrisa o un sincero “buenos días”… con el portero, el taxista, tu colega de trabajo, y no se diga para con los más inmediatos: el cónyuge, los hijos, los padres y los amigos.
Sugiero, entonces, que cada noche hagas un inventario de las acciones del día. Analizando con quiénes tuviste contacto – y la oportunidad perdida o aprovechada – y qué fue lo que hiciste… o dejaste de hacer.

Concretamente, puedo señalar tres simples acciones que no debes omitir en tu cotidiano caminar. 
Averigua, al final de cada jornada, si la pasaste sin que hayas:

-         Reconocido las buenas acciones y logros de los demás, preferentemente de manera expresa. Con el consorte, familiares, papás, subalternos y compañeros.

-         Aprendido algo: de alguien, de un libro, de un suceso cotidiano o de la vida misma; por poca que sea la enseñanza. Mucho se dice que venimos a este mundo a aprender lecciones… ¡Hazlo!

-         Hecho un servicio a tu prójimo. En los pequeños y grandes detalles: tan simple como dar el paso al peatón, abrirle la puerta a quien va por un lado tuyo. Dar más, en vez de esperar a recibir.

Si actúas en estas pequeñas cosas, y tu inventario nocturno te hace tener una conciencia más tranquila y un mejor sueño, no necesitas de enormes señales que te indiquen que por ese camino hay que andar. Y de ahí, si lo deseas, podrás ir creciendo a mayores alturas de mejoramiento personal: la propia y la ajena.
No caigas en el abandono de que el mundo está tan mal que tú sólo no puedes hacer nada al respecto. Pues bien que puedes, si quieres.
De no hacerlo, no caerás en verdaderos pecados – de los “tradicionales”, señalados por ciertas religiones –, ni arderás en el infierno por toda la eternidad, simplemente te privarás del gozo de mejorar tu persona y de ayudar un poco a que los demás también se animen hacerlo. A más de cumplir con tu propósito de vida, cualquiera que sea tu oficio o profesión principal.

Y si todos pusiéramos nuestro pequeño grano de arena… entonces tú, yo, nosotros, seríamos diferentes.


El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com 
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D. R. ©2009. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.