Ya lo pasado, pasado

Manuel Sañudo



“Miremos más que somos padres de nuestro porvenir que no hijos de nuestro pasado”

Miguel de Unamuno



En una Sesión de Diagnóstico  uno de los  participantes -  al analizar su propio caso - identificó muy bien los problemas, aciertos y errores... pero de un negocio que ¡tuvo hace años! Le hice ver que, de que lo que se trataba el ejercicio,  era de diagnosticar  su situación actual, su nuevo negocio, no el que cerró hace años  y que, por lo visto, aún “le duele”. Es imposible mirar hacia el futuro, si nuestra mente está en el pasado.

A medida que nos hacemos adultos, el sistema nervioso se va marcando con cada una de las experiencias que vamos viviendo, incluyendo las traumáticas. Estas marcas hacen que respondamos a las diferentes situaciones de la vida de formas habituales, a menudo negativas. De ahí la importancia de borrar el recuerdo dañino y reconstruir la destreza de responder ante el presente con más creatividad y flexibilidad. Equivale a desechar la “basura mental”, cambiando la experiencia desde nuestro interior.

Parafraseando un escrito de Paulo de Coehlo: “Hay que saber cuándo un  negocio llega a su fin. Cuando insistimos en alargarlo más de lo necesario – si no en los hechos, pero sí en el recuerdo - perdemos la alegría y el sentido de las otras etapas que tenemos que vivir. Poner fin a un ciclo, cerrar puertas, concluir capítulos... no importa el nombre que le demos, lo importante es dejar en el pasado los momentos de la vida - y de los negocios -que ya terminaron. Puedes pasar mucho tiempo preguntándote por qué ha sucedido algo así. Puedes decirte a ti mismo que no darás un paso más hasta entender por qué motivo esas cosas, que eran tan importantes en tu vida, se convirtieron de repente en polvo. Pero una actitud así supondrá un desgaste inmenso para todos...”

Nadie puede estar al mismo tiempo en el presente y en el pasado, ni siquiera al intentar deducir lo acontecido. El pasado no reaparecerá. Por eso es tan importante deshacerse de las memorias estorbosas, y así tener la mente ligera para actuar en el aquí y en el ahora construyendo - con más objetividad y entusiasmo – el futuro que queremos.

Deshacerse de ciertos recuerdos es dejar espacios libres para que otros asuntos entren en su lugar. Antes de comenzar un nuevo apartado hay que saldar el anterior; refréndate a ti mismo que lo pasado no retornará en absoluto. Puede parecer elemental, puede que sea dificultoso, pero es muy importante cerrar etapas. No hacerlo sería tan absurdo – y peligroso – como conducir un automóvil con la mirada dirigida ¡hacia el cristal trasero de éste!

Para dejar ir esos malos recuerdos es preciso perdonar. Empezando por uno mismo, por los propios errores cometidos y visualizarlos como fuente de aprendizaje; costoso, pero aprendizaje al fin.

Perdonar, también, a todos aquellos a los que, justificada o injustificadamente, les echamos la culpa de nuestros anteriores desastres. Trátese de personas, vivas o muertas, instituciones, grupos, competidores, familiares, etcétera. Es obligado renunciar a esas remembranzas que sólo corroen el pensar e interrumpen el actuar. Por algo la palabra perdón equivale a renuncia.

Es difícil perdonar, y es un proceso que requiere de tiempo, paciencia y de pasar por varias etapas... desde el sentimiento de dolor por el negocio perdido,  hasta la sanación que se obtiene cuando se cae en cuenta de que el principal beneficiado en perdonar es uno mismo; y, por resultado, la propia empresa que se tenga en la actualidad. Más el beneficio de elevar la autoestima y lo que conlleva en términos de calidad de decisiones, trato interpersonal, entusiasmo emprendedor, y paz interior.

Tal vez la pregunta apremiante – en un contexto de empresa – sea: ¿Y qué tiene que ver el acto de perdonar con los negocios?...


Perdonar equivale a dejar en el pasado las trabas emocionales que arruinan nuestra capacidad decisoria de afrontar mejor el presente y crear nuestro futuro.



El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@gmail.com  

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