“Pérdidas” y “ganancias”




Manuel Sañudo
Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás”

Génesis 3:19

Estamos acostumbrados a conducir y evaluar nuestras vidas como balances financieros: registrando – y sufriendo o gozando – las pérdidas y ganancias. Especialmente las monetarias.
También hay pérdidas y ganancias, desde nuestra métrica terrenal, en otros temas: muertes, divorcios, nuevas relaciones, compras de cosas, desfalcos, etcétera.
Hay quienes afirman que esos eventos, de “perder” o “ganar”, no son verdaderos. Pues la vida es cambio permanente. Lo ganado, en algún momento se perderá; lo perdido se recuperará o sustituirá por algo nuevo… No necesariamente mejor; otra vez, desde la medición que hacemos conforme a nuestros estándares de lo que es perder o ganar.
Tales afirmaciones, seguramente, sonarán como irresponsables ante aquellos que han perdido a un ser querido, su dinero o su casa.
- ¿Cómo?, ¡Qué!,  ¿no es una verdadera pérdida la de mi madre, mi empleo o mi casa?
Sí que lo son. Es imposible no sentir nada ante estos quebrantos. Las emociones son parte inherente de la naturaleza humana. Sin embargo, en otros escritos, he repetido que el dolor es inevitable, pero que el sufrimiento es opcional.
Ayudará, al que sufre por una pérdida, practicar el desapego. Cosa difícil, pero para las filosofías orientales es una buena opción: desatarse de las cosas, relaciones o riquezas. No significa que seamos unos desconsiderados con el dinero, las personas y los objetos. Sino que aceptemos que el ir y venir de las ganancias y las pérdidas es parte normal del ciclo de la vida: tan simple como que nacimos y moriremos. De eso sí podemos estar seguros.
La pregunta, entonces, es: ¿a qué vas a dedicar tu tiempo mientras estés en este planeta? Si la respuesta es: “seguiré en lo que estoy, pues seré feliz cuando gane más dinero, o lo recupere, o cuando encuentre lo que perdí, o cuando tenga una romántica y nueva relación”, te pasarás la vida en un torbellino de deseos cumplidos, para luego querer más. O sufriendo porque lo que quieres no te llega. Así, “no olerás las rosas del camino”, como dijo aquél poeta…
Para atenuar el posible dolor de una pérdida debes practicar el desapego. No esperes a que te suceda. Lo mismo va para las ganancias: no te aferres a ellas. Que no sean sinónimo de tu persona, pues tú no eres ni tu dinero, ni tus cosas, ni tus relaciones.
Es igual de útil desterrar de tu mente los viajes al pasado y al futuro. Añorando o sufriendo por el ayer. O gozando o sufriendo por las cosas que crees que pasarán mañana.
Evita estar enjuiciando en el día a día. Que si esto es malo o bueno. Que si es pérdida o ganancia. Acepta las cosas como son, y vive tu presente.
Si quieres mimar a tu muy humana naturaleza, debes apurarte a llenar el vacío de la pérdida, pues recuerda que los vacíos no existen por siempre. Cuando se crea un vacío, la vida invariablemente se llena de algo. Procura que ese “algo” sea positivo.
Esta reflexión va contra los paradigmas que tenemos insertados en nuestra cultura: de consumismo, competencia, ganar o perder o sobresalir en la sociedad.
Nueva pregunta: si te sacaras el premio mayor de la lotería... ¿En qué cambiaría tu quehacer? Si la respuesta es que seguirías haciendo lo mismo solo que en un contexto más lujoso, creo que debes revisar si lo que haces es lo que verdaderamente quieres; para lo que viniste al mundo.
Desde el punto de vista de los negocios – y de mi formación profesional y académica – lo dicho sonará contradictorio, pues las empresas lucrativas están hechas para ganar dinero. Pero no deberían estar hechas para provocar sufrimientos en ti, ni en los demás.

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