Fluir con la corriente vital

Manuel Sañudo

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”
Hebreos 11:1

Marchar de acuerdo al flujo de la vida es dejarse llevar en el torrente por el que mana la Energía Todopoderosa. Como flotar a favor de la corriente del río y no en contra de ella.

No siempre seguimos esta antigua lección. Somos  muchos los que, con frecuencia, nadamos en contra de la corriente con el consabido deterioro de energías y aumento de frustración, puesto que la fuerza del flujo es superior a las nuestras; es más potente y también más sabia.
El deseo de querer controlar cada factor en nuestras vidas es una reacción basada en el miedo. Y el miedo es lo opuesto a la fe. El temor viene de la falta de confianza en la vida y de la creencia de que somos individuos aislados, separados de lo que nos rodea.
Vuelvo a traer a colación  la frase aquella: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.
No es que sea un Dios que se burla y se ríe de nosotros sino que  el que ideó la frase (así lo interpreto), humorísticamente, quiso decir que mis planes, los tuyos, los de cualquiera no siempre se cumplen como queremos, puesto que hay un Gran Plan Maestro… el de Él.
Es ese Plan Maestro, o Flujo Vital, es en el que debemos confiar, aún y cuando no lo conocemos o no entendemos, y ni lo aceptamos la mayoría de las veces.
En ese Plan tú eres una pequeña, pero importante, pieza del Gran Rompecabezas que Él sabe armar para el bien mayor de todos. En eso debemos confiarnos: en que, si lo que pedimos no se concede en la forma o tiempo que queremos, es porque se nos está reservando algo mejor. Mejor en su contenido o en lo apropiado del momento, o en ambas cosas a la vez.
Y no lo veremos así hasta que suceda y lo revisemos en retrospectiva. Por eso es difícil confiar: porque tenemos incertidumbre. Ésta - la incertidumbre - equivale a dudar y desconfiar, a tener miedo de lo que el futuro nos proveerá.
La fe es el recurso para combatir estas dudas. No una fe cualquiera, sino una total certeza y seguridad en que todo sucede por y para nuestro bien.
Debemos confiar en que la vida nos llevará a donde tengamos que ir, y aprender a enfocar nuestra energía en el papel que verdaderamente nos corresponde: en fluir con la vida en vez de resistirla; la cooperación con, y no la dominación de nuestro entorno.
Si logramos soltar la mente que, por esencia, es calculadora y controladora, y lanzar el espíritu al vaivén de la corriente de la vida, armonizaremos nuestra existencia con los ciclos vitales de la naturaleza, la vida y su Creador.
-¿Entonces de nada sirve planear o pedir?
-¡Claro que hay que hacerlo! Hay que pedir, y mucho. Pero hay que saber pedir, esperar... y confiar que lo que sucederá será por nuestro bien.

“Mis pensamientos no son sus pensamientos, ni mis caminos son sus caminos. ¡Cuánto dista el cielo de la tierra! Así distan mis caminos de sus caminos y mis pensamientos de sus pensamientos”
Isaías 55, 8-9


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D. R. ©2009. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.