El reloj de oro

Manuel Sañudo

“La libertad no tiene su valor en sí misma: hay que apreciarla por las cosas que con ella se consiguen”
 Ramiro de Maeztu

Sería perfecto que nuestro trabajo fuera  placentero y rentable. Sea como empresario, sea como empleado. Pero hay mitos, profundamente arraigados, que conspiran para esclavizarnos a trabajos que nos pueden frustrar y atropellar como personas.

Esas creencias, pocas veces cuestionadas, pueden conducirnos directamente a la condición  de víctimas en el trabajo. Recibir un reloj de oro, después de cincuenta años en una empresa, no es para nada una recompensa, si durante medio siglo estuvimos con repudio hacia el trabajo y – más malo aún - para con nosotros mismos.
¿Por qué, entonces, el empleado no dejó nunca ese trabajo? ¿Por qué su patrón no hizo algo para que el empleado fuera feliz, sin perder la eficacia?
La responsabilidad va para las dos partes. Tal vez más para el empleado que para el empleador.
Hago de lado, en este punto, las condiciones adversas del entorno y particularmente del desempleo, que dificultan las posibilidades de cambio para empleados y patrones. Pero no son, ni deben ser, excusas para no cambiar. Lo hace más difícil, pero no imposible ni prorrogable. Ya que nomás tenemos una sola vida que vivir… y para vivirla bien en todos sentidos.
Ciertos empresarios equivocadamente creen que el empleado debe ser feliz por el escueto hecho de tener un trabajo y que hasta ahí llega su compromiso. La responsabilidad, para con los empleados, es mucho más humana que eso y no termina con el frío cierre del pago de  la nómina. No hablo de una compasión simulada, es que simplemente es mal negocio que el empleado esté insatisfecho con lo que hace, no obstante lo haga bien.
Por otro lado, el trabajador debe olvidarse del mito de de la “inmadurez laboral” con el que ciertamente será etiquetado por cambiar de trabajo repetidamente. Sabemos que los reclutadores se fijarán en los cambios que ha tenido el solicitante, y lo marcarán como “inestable” si es que no ha permanecido varios años en cada uno de los diferentes puestos de su carrera.
Es muy alto el precio a pagar si se tienen dificultades con el patrón, con el trabajo o con los compañeros. La excesiva lealtad al trabajo – a base de renunciar a la libertad personal y a las responsabilidades familiares – es una forma cruel e injusta de opresión laboral.
Retomando la cuestión de la responsabilidad dual: en este asunto, tanto el empleado como el patrón, deben estar atentos a esas ilógicas creencias que sólo conducen a menguar resultados y las satisfacciones personales.
Es que no hay la cultura, ampliamente generalizada, como para abordar, e incluso medir periódicamente, este tema de la satisfacción y los resultados. Tal vez porque muchos crean que no tiene que ver lo uno con lo otro.
Estoy convencido de que la eficacia, los resultados y el agrado por el trabajo están íntimamente ligados.

El dinero no es el único, ni el más poderoso, de los móviles para trabajar.


El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com
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D. R. ©2009. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.