La Trampa del Tiempo

Manuel Sañudo

Hacemos planes para un futuro incierto y guardamos culpas de un pasado inexistente. Vivamos el presente. No hay más momento que este.
Katel

El tiempo, contra lo que muchos creen, es un invento del hombre. Útil para casi todos los aspectos de la vida, pero es un tramposo concepto que, de no manejarlo con un sentido trascendente y espiritual, puede ser un acérrimo enemigo.

Imaginemos un ejemplo usual: el 31 de diciembre, un hombre que califique que le ha ido mal en el año que termina, seguramente aumentará su sufrimiento porque su “fracaso” lo extenderá a los 364 días anteriores. Tal vez, se diga – “Este ha sido un pésimo año”. En el lado contrario, quien esté triunfante dirá que ha sido maravilloso.

El primer día de enero, ambos personajes, bajo la métrica del tiempo, contarán historias diferentes - “El año que pasó fue malo, pero este será mejor” – diría el “fracasado”… si es que es optimista. El “exitoso”, si es moderado, probablemente exprese: “Ojalá y conserve mi nivel de prosperidad”.

¿Qué hizo que opinaran diferente en menos de 24 horas? Si bien, no cambió la situación para cada cual… La concepción que tenemos del tiempo fue la diferencia en los dos casos. En un día cualquiera, de ese año disímbolo para los dos, los comentarios y expectativas serían otra historia. O, un ejemplo más simple todavía: dos minutos pueden sentirse como una infinidad en un malestar grave, y si fuesen en una experiencia agradable esos dos minutos se irían volando. Es así que mucho de lo que pensamos – y sentimos, por secuencia inmediata -  es porque somos víctimas del tiempo.

En estricto sentido el tiempo no existe en el ayer, pues ya pasó; tampoco en el futuro que no ha llegado. En todo caso existe en el momento. En los chispazos vivenciales entre pensamiento y pensamiento, y entre un sentimiento y otro.

Pero seamos pragmáticos: aunque el tiempo y su medición sean inventados, son herramientas necesarias para lo cotidiano. El Mundo gira alrededor de su ritmo imparable: segundos, minutos, horas, días... Los bebés lo sufren en menor grado, pues tienen un reloj biológico que les hace despertar, comer, jugar y dormir. Otro tanto va para el resto de los seres vivientes. Incluso, los no vivientes, como la Tierra, los Planetas, el Sol, las mareas y las  estaciones climáticas también van marcando sus compases de presencia.

Me voy a la exageración: si el hombre presume de genialidad, pues inventó el concepto del tiempo y cómo calcularlo ¿de qué sirve medirlo en el contexto de la Eternidad? ¿Qué son unos cuántos miles de millones de años en la Infinitud?

Recuerdo que, siendo un niño, fui al templo a la misa dominical. El sacerdote dijo, al final del sermón, que aquellos que hicieren tales y cuales penitencias serían ganadores de una dispensa de ¡mil años de Purgatorio! En mi mente infantil surgió la confusión: si ya había escuchado que la Eternidad es una existencia sin tiempo - o fuera del tiempo - y nunca terminará, ¿de qué me servirían mil años de disminución de purgar pecados? Muchos de ellos aún no cometidos, de una sentencia cuya duración no conocería sino hasta el día del Juicio Final. Me invadió el sufrimiento, y todo por pensar en el tiempo; en el que había pasado y el que estaba por venir. Tales pensamientos amargaron mi domingo y unos cuantos días posteriores.

Años después, en la Universidad estudié la Planeación Administrativa y cargué con esta técnica por décadas. Con este paradigma a cuestas probé que es casi imposible no pensar en términos de tiempos. Últimamente he estado trabajando para usar el tiempo como herramienta en vez de que éste manipule a mi mente.

No desmerezco las bondades de la Planeación ni del uso del concepto del tiempo y su medición, pero estoy en contra de la preocupación y la culpa. La primera está en el futuro, que no ha llegado – que cuando llegue será el presente – y la segunda “está” en el ayer, que ya se fue. Aunque, ni uno ni otro están en ningún lado más que en la mente del individuo. Recordemos de nuevo a los bebés que, sin el tormentoso ego, no saben del pretérito ni del porvenir. Su mente impecable está concentrada en el hoy… En el momento, nada más.


El Pasado es lo sucedido, el Presente es Lo que está sucediendo, el Futuro solo es el Presente que tarda un poco más en suceder.
Anónimo


El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@gmail.com 
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D. R. © Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.