La Economía: ¿es complicada o la complicamos?

Manuel Sañudo

La Economía parte de unos principios básicos y se nutre de otras disciplinas como para ser una ciencia digna de tomarse en cuenta, ya sea en los planes de estudios profesionales, las acciones de gobierno, las decisiones empresariales o en la vida personal. No obstante, los responsables de llevar la economía de nuestra sociedad se empeñan en desacatarla y enredarla. Y de paso nos complican la existencia.

Para simplificar el tema veamos primero el origen del vocablo. La palabra economía proviene de dos raíces griegas: oikos, que quiere decir casa, y nomos que significa el cuidado o tratado de algo. Así pues, sus raíces nos indican que es el cuidado de la casa, su prudente administración; lo dice cualquier diccionario elemental.

Algunos de sus principios básicos enuncian que: si hay más oferta que demanda, el precio bajará irremediablemente; si la demanda sube, el precio subirá también; si hay un equilibrio entre oferta y demanda, el precio estará estable; dado que los recursos son escasos, hay que asignarlos a las mejores oportunidades, etcétera.

Así, como que se ve muy simple este asunto de la Economía. Pero luego leemos y escuchamos – y sufrimos – todo lo relativo a la inflación, devaluación, déficit gubernamental, desempleo, producto interno decreciente, crisis y recesión, por mencionar algunos de los malestares que nos provoca una economía enferma ¿Por qué se enferma?, y ¿quién es el responsable?

La economía de un país, las empresas, familias e individuos están interconectadas; y más ahora que tanto se habla de la globalización. Es claro que lo que se haga, o deje de hacer, en el gobierno y las empresas - que son los que influyen en la riqueza de una nación - afectará a todos sus miembros. De ahí que cuando cometen errores, despilfarros, omisiones y malversaciones de fondos (en especial los políticos y tecnócratas) sus discursos se vuelven más y más confusos, cuando que los fundamentos de esta ciencia son más sencillos de lo que nos quieren hacer creer.

El lenguaje que utilizan lleva el velado propósito de que no se entienda qué fue lo que pasó en nuestra maltrecha economía. Y lo que pasó tiene explicaciones muy simples: se gastó más dinero de lo que ingresó, endeudaron al país porque no hay recursos - y lo que había se lo robaron - o es que quebró la empresa... Para mí todo esto es tan obvio como que la administración de la casa no fue prudente.

Claro que podríamos echarle la culpa a los países que nos invaden con sus productos baratos, a que no todos pagamos impuestos, a los altos intereses que se cobran en la deuda nacional, a que se fueron las maquiladoras y nos dejaron sin empleos. Opino que esto tiene la misma raíz y que es la falta de sensatez – y de honestidad – en la administración de la casa. Aquél que gaste más de lo que gana estará condenado a sufrir un descalabro, tarde que temprano, ya sea el gobierno, la empresa, la familia o el individuo. Si respetáramos las recomendaciones anteriores habría un sobrante, y este ahorro se convertiría en formación de riqueza, ¡que buena falta nos hace!

Si agregamos los fenómenos del consumismo, los gastos superfluos, las necesidades creadas, el “disfrute ahora y pague después”, notaremos las oleadas de personas inmersas en una carrera sin fin, en un endeudamiento continuo para pagar lo que el sueldo no alcanza a cubrir.

Lo anterior tiene sus consideraciones que provocan inquietudes e interrogantes: ¿por qué los salarios son tan bajos?, así no se puede ahorrar, y menos con la constante alza de precios; ¿por qué entonces vivimos con deudas?, ¿qué pasa con la riqueza que está en unas cuantas manos?

¡Y la lista es larga!... de dudas, de preguntas sin respuestas aceptables y de reclamos muy sentidos de quienes los formulan, de los que verdaderamente sufren de fastidios económicos que son síntomas de que las economías mundiales están en diversos grados de enfermedad. La teoría económica nos habla de situaciones ideales, mas no por ello inalcanzables.

Lo que enferma a las economías, trátese de países, empresas, instituciones, escuelas, familias o personas, es el desconocimiento o violación de esas sencillas reglas y principios. Y si a ello le añadimos una corrupción desenfrenada el impacto negativo es todavía mayor. Quizás por eso nuestros políticos – con sus honrosas excepciones – hablan de la economía en un idioma que sólo ellos entienden. No les conviene que los simples mortales nos enteremos de que hicieron mal uso de los recursos, de que no fueron juiciosos con la administración que les confiamos de nuestra casa.

Si cada cual se preocupa y se ocupa de su propia economía, eso beneficiará a su familia, a la comunidad, a la sociedad y al país. La suma de los nacionales hace a la nación. No le dejemos todo el trabajo al gobierno, al patrón, a la suerte o a la Divina Providencia. Y si es tan simple... ¿por qué lo complicamos tanto?

Queda en las conciencias y en las acciones de cada uno de nosotros la responsabilidad de desenredarlo, con sentido común, sólidas bases de principios morales y valores personales, y con acciones cívicas de exigencia para con los gobernantes en turno. Yo creo que sí se puede, en el plano individual, en lo familiar, en la empresa y en el gobierno.


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