“Confía en el Señor con todo el corazón y no te fíes de tus
propias fuerzas. En cualquier cosa que hagas, tenlo presente: Él allanará tus
caminos”
Proverbios 3, 5 - 6
La vida no se puede planear; al menos no totalmente - aunque
usualmente creamos que podemos controlar su rumbo. Todavía más: hay sucesos
definitorios, como impactos contundentes, que cambian tajantemente el curso de
nuestra existencia. Acontecimientos propios y de personas cercanas que dan al
traste con cualquier plan que hayamos trazado.
Es difícil
saber por qué suceden, pero de que pasan, pasan, y modifican radicalmente
nuestra coyuntura vital. Pueden ser accidentes, enfermedades graves o muertes,
marcas vivenciales como graduarse, pasar de la niñez a la adolescencia,
casarse, tener hijos, cambiar de trabajo o ciudad, divorciarse… Y así por el
estilo.
El
“hubiera” no existe. Cuando uno mira hacia atrás y pretende encontrar
explicaciones de la historia – o deseos de regresar al pasado a corregir lo
incorregible –, especialmente si es contrario a lo que queríamos que sucediera,
resulta un misterio saber por qué pasó lo que pasó.
Traigo, de
nuevo, la frase: “Si quieres hacer reír a
Dios, cuéntale tus planes”. Él tiene Sus caminos y un Plan Maestro. Pero
nuestro ego, carente de fe, nos lanza a la inútil pretensión de tratar de
controlar los sucesos.
Los
momentos de impacto se pueden comprender mejor “conectando los puntos hacia
atrás”, como dijo Steve Jobs en su
famoso discurso que dictó, el 12 de Junio de 2005, en la ceremonia de graduación
de la Universidad de Stanford; del que me permito reproducir un fragmento:
“Hoy deseo
contarles tres historias de mi vida… La primera historia se trata de conectar
los puntos… No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida, ni de la manera en
que la Universidad me iba a ayudar a deducirlo. Y ahí estaba yo, gastando el
dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Así que decidí
retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien...
… Fue
bastante aterrador en ese momento pero, mirando hacia atrás, fue una de las
mejores decisiones que tomé. Apenas me retiré, pude dejar de asistir a las
clases obligatorias que no me interesaban y comencé a asistir irregularmente a
las que se veían interesantes. Nada de esto tenía una esperanza de aplicación
práctica en mi vida. No obstante, diez años después, cuando estaba diseñando la
primera computadora Macintosh, todo tuvo sentido para mí… Fue la primera
computadora con una bella tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único
curso en la Universidad, la Mac nunca habría tenido tipos múltiples o fuentes
proporcionalmente espaciadas…”
Es decir
que, mirado a la distancia y en retrospectiva, veremos que todo sucede por
alguna razón. Pero, en el momento que ocurre nos rebelamos porque no queremos aceptar
que la Vida, el Universo entero, es un gran rompecabezas del que formamos
parte.
Esto no
desautoriza que hagamos planes. La idea va más en el sentido de que la
planeación debe ser flexibilizada precisamente por esos momentos de impacto,
que nos gritan que hay que ajustar los planes, y que nos destrabemos del
caprichoso y arrogante ego.
El camino para
la quietud mental y la felicidad es dejarse llevar por el río de la vida.
Confiar en el Supremo y en la corriente vital que de Él proviene, con la fe bien
firme; sabedores de que Su voluntad es más poderosa y sabia que nuestros
anhelos ególatras.
“A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que
tomamos para evitarlo”
Jean de la Fontaine
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D. R. © 2012. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la
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