“Podemos solucionarlo, la vida es muy corta y no hay tiempo
para quejarse y pelear, mi amigo”
De la letra de “We can work it out”: The
Beatles
En una reunión, uno de los amigos dijo: “Si imaginamos que
viviremos 80 años, y que cada década representa una ficha sería como decir que
ya hemos usado seis de ellas. A nuestros sesentas, nos quedarían dos fichas con
buenas probabilidades de usarlas. Pero, ¿qué hacer con ellas?”
Todos
reímos; unos pocos de modo natural y los demás temerosamente. Suponiendo que
hubiese la garantía – que no la hay – de usar las dos fichas restantes, la
pregunta se quedó sin contestar. Se esfumaron en el aire las risas y los murmullos,
como tratando de olvidar lo fugaz de esta vida.
Al sacar las
cuentas del camino andado, y del que creemos que nos queda por delante, a todos
nos entró el miedo. A los jóvenes eso les tiene sin cuidado, pues miran la
muerte como algo muy distante… Hasta que, infortunadamente, muere uno de sus compañeros.
Cuando un
joven muere el duelo es mucho mayor. Pues se presumía – una vez más en el
terreno de los supuestos – que “le quedaba mucha vida por delante”. La
consternación es menor en la muerte de un anciano, pues “ya le tocaba” ¿Y qué
decir de los bebés que mueren a los días de nacidos?
Lo cierto
es que los bebés, los niños, los jóvenes ni los adultos mayores tenemos la vida
para siempre. No, en este mundo de las formas. En la vida eterna, para los que crean
en ella, el espíritu seguirá su curso.
Me regreso
a las dos fichas… U ocho, que para el caso es lo mismo. Una, dos o hasta diez
fichas no son nada en la magnitud de la Eternidad. No
obstante, en este mundo terrenal, y bajo el péndulo del tiempo que todo lo
mide, nos regimos por el conteo de los términos. Puede resultar muy agobiante,
si nos dejamos atrapar por el tic tac del reloj que avanza implacablemente.
La buena
noticia es que la mente ha aprendido a protegerse del agobio: por un momento
nos da miedo y al rato estamos como si nada, como si fuéramos inmortales. Hasta
que, de nueva cuenta, algo nos recuerda de las fichas que nos quedan.
Ninguno de
los presentes en la reunión supimos qué decirle a nuestro amigo. Más todavía,
porque en el lapso de un año se nos murieron dos entrañables colegas… ¡Triste
recordatorio!
Tampoco
tengo la respuesta de qué hacer con las fichas, sean ocho, dos o una. Me atrevo
a compartir esta experiencia y mis reflexiones al respecto:
- Sí, verdaderamente la vida es corta. En
especial para los que nos quedan pocas fichas. Al lector joven le parecerá
distinto, pues esa es una de las tantas caras del concepto del tiempo: aunque
se midan con el mismo cronómetro, los días y las horas pasan a diferente
velocidad para cada quien.
- Vivir y
disfrutar al máximo; así ablandaremos a las dos principales tiranías del
tiempo: las culpas del pasado y las preocupaciones por el futuro. La moraleja es
que hay que gozar al tope, de vivir cada momento como si fuese el único – y que,
inesperadamente, podría serlo.
- Evitar las quejas y las peleas. Y si te
topas con ellas haz todo lo posible por arreglarlo. Quizás mañana no estarás tú
o el otro y no habrá forma de resolverlo… “En vida, hermano, en vida”.
- Si aun así el miedo a morir te sigue
atosigando conéctate con El Eterno. Él te dará una perspectiva diferente,
totalmente atemporal y perdurable.
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una
hora al tiempo de su vida?
Jesús de Nazaret
Correo: manuelsanudog@hotmail.com
D. R. © Rubén
Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el
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