Las fichas de la vida


Manuel Sañudo

“Podemos solucionarlo, la vida es muy corta y no hay tiempo para quejarse y pelear, mi amigo”
De la letra de “We can work it out”: The Beatles

En una reunión, uno de los amigos dijo: “Si imaginamos que viviremos 80 años, y que cada década representa una ficha sería como decir que ya hemos usado seis de ellas. A nuestros sesentas, nos quedarían dos fichas con buenas probabilidades de usarlas. Pero, ¿qué hacer con ellas?”

Todos reímos; unos pocos de modo natural y los demás temerosamente. Suponiendo que hubiese la garantía – que no la hay – de usar las dos fichas restantes, la pregunta se quedó sin contestar. Se esfumaron en el aire las risas y los murmullos, como tratando de olvidar lo fugaz de esta vida.

Al sacar las cuentas del camino andado, y del que creemos que nos queda por delante, a todos nos entró el miedo. A los jóvenes eso les tiene sin cuidado, pues miran la muerte como algo muy distante… Hasta que, infortunadamente, muere uno de sus compañeros.

Cuando un joven muere el duelo es mucho mayor. Pues se presumía – una vez más en el terreno de los supuestos – que “le quedaba mucha vida por delante”. La consternación es menor en la muerte de un anciano, pues “ya le tocaba” ¿Y qué decir de los bebés que mueren a los días de nacidos?

Lo cierto es que los bebés, los niños, los jóvenes ni los adultos mayores tenemos la vida para siempre. No, en este mundo de las formas. En la vida eterna, para los que crean en ella, el espíritu seguirá su curso.

Me regreso a las dos fichas… U ocho, que para el caso es lo mismo. Una, dos o hasta diez fichas no son nada en la magnitud de la Eternidad. No obstante, en este mundo terrenal, y bajo el péndulo del tiempo que todo lo mide, nos regimos por el conteo de los términos. Puede resultar muy agobiante, si nos dejamos atrapar por el tic tac del reloj que avanza implacablemente.

La buena noticia es que la mente ha aprendido a protegerse del agobio: por un momento nos da miedo y al rato estamos como si nada, como si fuéramos inmortales. Hasta que, de nueva cuenta, algo nos recuerda de las fichas que nos quedan.

Ninguno de los presentes en la reunión supimos qué decirle a nuestro amigo. Más todavía, porque en el lapso de un año se nos murieron dos entrañables colegas… ¡Triste recordatorio! 

Tampoco tengo la respuesta de qué hacer con las fichas, sean ocho, dos o una. Me atrevo a compartir esta experiencia y mis reflexiones al respecto:

- Sí, verdaderamente la vida es corta. En especial para los que nos quedan pocas fichas. Al lector joven le parecerá distinto, pues esa es una de las tantas caras del concepto del tiempo: aunque se midan con el mismo cronómetro, los días y las horas pasan a diferente velocidad para cada quien.

Vivir y disfrutar al máximo; así ablandaremos a las dos principales tiranías del tiempo: las culpas del pasado y las preocupaciones por el futuro. La moraleja es que hay que gozar al tope, de vivir cada momento como si fuese el único – y que, inesperadamente, podría serlo.

- Evitar las quejas y las peleas. Y si te topas con ellas haz todo lo posible por arreglarlo. Quizás mañana no estarás tú o el otro y no habrá forma de resolverlo… “En vida, hermano, en vida”.

- Si aun así el miedo a morir te sigue atosigando conéctate con El Eterno. Él te dará una perspectiva diferente, totalmente atemporal y perdurable.


¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
Jesús de Nazaret



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D. R. © Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.