Manuel
Sañudo
“La esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena”
Bacon
A muchos nos sucede que vivimos el día a día en la esperanza
continuada; en la espera de que el tiempo pase, y llegue determinada fecha o
sobrevenga un evento, para que entonces – ahora sí – empecemos a ser felices,
de una vez por todas.
No debemos
desayunarnos con la esperanza sino con el deleite del almuerzo, pues eso es lo
que está enfrente, en el aquí y en el ahora. Las esperanzas, si llegasen a
materializarse, serían nuevos y diferentes momentos. Pero la ilusión nos
traiciona, pues presume que seremos verdaderamente felices después, en algún
instante del futuro – inseguro, por cierto. Así que el disfrute del hoy se
derrite pues esperamos que mañana, con tal o cual suceso, estemos más gozosos
que en este tiempo - “Hoy no, mañana sí” – nos dice la imaginación.
Afuera de
nuestra mente esto no es verdad, ya que no existe más tiempo que el de hoy,
aunque no sea satisfactorio, pero es lo que hay con nosotros. De nueva cuenta,
la mente se asoma diciéndonos que seremos dichosos: “Cuando me case, cuando
tenga mis hijos, cuando los hijos se gradúen y se vayan, cuando mi negocio
tenga éxito, cuando tenga casa y carro propios, o en las vacaciones” En una
larguísima fila de “cuándos” apostados en el futuro de corto, mediano o largo
plazo.
A veces, el viaje de los cuándos es hacia el pasado
buscando, en lo que ya no existe, el recuerdo feliz: “Cuando era niño, joven o
soltero, cuando recién me casé, cuando era estudiante”, y así por el estilo. O,
peor aun, cuando la travesía mental nos
lleva al pretérito donde están los
remordimientos del hubiera: -Debí haber vivido la vida a mi modo y no
como otros quisieron que fuera, hubiera sido más cariñoso con los que amo, no
debí haber trabajado tanto, me hubiera permitido ser más alegre… - La culpa nos
consume, con toda su fuerza.
Seguramente,
en el ayer, algunos han tenido mejores tiempos y circunstancias; y no dudo que
muchos tengan la esperanza ciega de que su vida mejorará en el porvenir. Pero sabemos
que, ambos, pasado y futuro, no existen en ningún lado (a pesar de que el pensamiento
nos quiera hacer pensar de otro modo), pues están tan sólo en nuestro recuerdo
o en la imaginación.
Estos
pensamientos de nostalgia o de fantasía, según sea el caso, ocupan nuestra
mente y nos transportan hacia espejismos
en el tiempo: en épocas que ya pasaron o que - con suerte y si vivimos para
ello - están en el futuro; pero recordemos que el mañana no es más que un hoy
que aún no se cristaliza.
Con el
riesgo de ser reiterativo, remacho con la trillada frase, pero irrefutablemente
verdadera, de que no hay más que un aquí y un ahora. El pretérito y el porvenir
están en la memoria y en la imaginación. No desperdiciemos las oportunidades de
vivir cada momento como lo que es: único e irrepetible; y con ello hay que
deleitarse y tomar la decisión de ser felices, de otra suerte se nos puede ir
la vida esperando.
Cedo las
palabras al genial Gabriel García Márquez, con las frases de un fragmento de lo
que escribió al ser diagnosticado de su cáncer: “Si por un instante Dios se olvidara que soy una marioneta de trapo y
me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera…”
“Las oportunidades son como los amaneceres: si uno espera
demasiado, se los pierde”
William Arthur Ward
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D. R. © 2012 Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se
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