Manuel Sañudo
“Nunca estoy
enojado por la razón que creo”
De “Un Curso de
Milagros”
Los budistas dicen
que la ira es uno de los venenos capitales que amenazan constantemente al hombre. La ira es una ponzoña que se gesta
en la mente y que, de no hacer algo al respecto, seguramente dañará nuestro ser
en todos los aspectos.
La ira, o enojo, es una emoción humana
totalmente normal y, por lo general, saludable. Recalco que es una pasión
humana pues, aunque no acostumbramos verlo así, los animales no se enojan. Se
defienden, lanzan gruñidos y matan a sus presas, pero no se enfurecen. Tal parece
que sí lo hacen, pero es un reflejo defensivo, o de ataque, nacido de sus
instintos. De hecho, ellos no maquinan la venganza, ni guardan rencores.
Todos hemos sentido el enojo – o sufrido el
de otros – varias veces en la vida, seguramente muchas más de las que
quisiéramos admitir; haya sido de manera momentánea o como un ataque total de
ira. Desgraciadamente, el enojo, en todas sus manifestaciones, está cada vez
más incrustado en la vida de todos nosotros, en el día con día; desde asuntos menores
sin importancia, hasta horribles sucesos de gravedad extrema como los asesinatos,
las guerras y otras calamidades producidas por la Humanidad… Tan deshumanizada
como está.
Cuando perdemos el control de esta emoción,
y se vuelve destructora, puede causar graves problemas en el trabajo, las
relaciones personales y en la salud corporal y anímica, pues está acompañada de
cambios psicológicos y biológicos. Cuando nos enojamos, la frecuencia cardíaca
y la presión arterial se elevan y lo mismo sucede con el nivel de energía y
adrenalina. La ira genera toda una revolución química al interior de nuestro
cuerpo y, de paso, el ánimo se altera obstruyendo las relaciones
interpersonales.
La ira puede originarse por agentes externos
o internos. Podemos enojarnos con una persona en particular (un compañero de
trabajo, por ejemplo) o por algo sucedido (una obstrucción de tráfico, pongamos
por caso) o puede ser causado por pensamientos negativos que gravitan en
nuestra mente… lo que es peor aún. En términos generales la ira se presenta porque
las cosas o personas no son o no actúan como quisiéramos que lo hicieran. Es la
diferencia entre lo que queremos que sea y lo que es, y la mayoría de las veces
no lo decimos con claridad, entonces la rabia explota por cualquier detonante
que prenda la mecha del enojo.
Hace unos días me habló por teléfono una
persona y se quejó de que su pareja le había hecho un escándalo mayúsculo
“porque el boiler de agua no funcionaba”. Le pregunté: ¿será esa la razón
verdadera y última de su enojo?, ¿no habrá algo, detrás, que le esté
molestando, y lo del boiler haya sido la gota que derramó el vaso? Le recomendé
que, pasado el enojo, intentara dialogar y averiguar el fondo de donde nació la
explosión de ira, pues lo más seguro es que su pareja estuviese enfadada,
obviamente, por algo más “importante” que un aparato descompuesto.
Lo que nos sucede es que no manejamos
adecuadamente la ira. Pues, como emoción que es, hay que saberla manejar antes
de que se convierta en furia incontrolable; y esto sucede
cuando reprimimos, por demasiado tiempo, el sentimiento del disgusto.
Es decir que hay que aprender a manejar el coraje,
a expresar los sentimientos con firmeza, pero sin agresividad, que es la manera
más sana de expresar el enojo. Hay que aprender cómo dejar en claro cuáles son
nuestras necesidades y expectativas, y cómo realizarlas sin lastimar a otros.
Ser firme no significa ser prepotente ni exigente, significa respetarse a sí
mismo y a los demás. Ni la sumisión total que haga que la emoción se cohíba en
exceso, ni la explosión agresiva y desbordada que nos lleve a problemas
sociales y conductuales. Eso es la asertividad: el justo medio.
En últimas, hay que añadir el poder del
perdón: de dispensar al otro – y a los sucesos que nos rodean – porque no son
como quisiésemos que fueran. Las personas y las cosas son como son, y muchas
veces no tenemos el poder de cambiarlas para nada así que, ¿para qué sufrir y
enojarse por ello?
“Aferrarte a la ira
es como agarrar un carbón caliente con la intención de tirárselo a otra
persona; tu eres quien termina quemado”
Buda
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