“Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y
amor. Y el que tenga estas tres cosas, que le dé gracias a Dios”
Frase de una canción popular
A la gran
mayoría nos gusta el éxito acompañado de abundancia en salud, dinero y amor. De
todo lo bueno que se puede tener en esta vida, incluida de manera implícita la
felicidad.
Somos seres con mente, cuerpo y
espíritu. Así, el éxito debe conjugar los tres elementos y colmar las
necesidades físicas, intelectuales y del alma. Para algunos, esta exigencia de
salud, dinero y amor, podrá ser un deseo inalcanzable o pretencioso. Como
pedirle demasiado a la vida.
No obstante, en el fondo
envidiamos a los que lo poseen todo. Y no me refiero con “todo” únicamente al
dinero, sino al éxito integral imbuido de la verdadera felicidad.
El sustento de la vida es la
salud. Sin ella no se puede
saborear plenamente el éxito. Si tienes
salud, cuídala. Ejercítate, aliméntate sanamente, medita, lee, cultiva tu espíritu.
Pues la salud debe crearse y sostenerse en estos tres niveles: mente, cuerpo y alma. De lo
contrario, caerás en un desequilibrio
vital y eso menguará tu éxito. Empieza por tener, cuidar y acrecentar tu salud.
Recuerdo el caso de un hombre que
trabajó arduamente día y noche durante
toda su niñez y juventud. Amasó una fortuna considerable. Cumplidos los
52 años le diagnosticaron un cáncer terminal. Él, lleno de rabia e impotencia,
exclamaba:
-¿Por qué voy a morir?, si soy tan
rico… ¿Qué no hay quién me cure?,
¡cueste lo que cueste! - Y no lo hubo. Su fortuna no pudo comprar salud ni
evitar la muerte tempranera. Ahora, su viuda disfruta del dinero aliviando los
malos tratos que él le dio.
“El
dinero no lo es todo en la vida, pero ¡cómo ayuda!”... solía
decir mi padre. El dinero es bueno si se sabe gastar. De nada sirve acumulado y
estancado pues, como la sangre, si no circula se coagula. No sugiero que
derroches tu dinero, te invito a que hagas un buen uso de él… ¡En vida!, de lo
contrario se lo gastarán tus herederos.
¡Ah!... El amor. Dicen que no es
fácil de encontrar. Opino que sí lo es: amar a alguien es una decisión, no
necesariamente un flechazo de Cupido. Y si no quieres o no tienes a quien amar,
puedes empezar por amarte a ti mismo. Elevar así tu auto estima y prepararte para recibir lo
que te mereces por derecho de nacimiento: la plenitud.
“El
pobre no es el que tiene poco, sino el que desea más”
Correo:
manuelsanudog@hotmail.com
Blog:
www.entusiastika.blogspot.mx
D. R. © Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la
reproducción sin el permiso del autor.