Manuel Sañudo
“Cuando debes hacer una elección y no la haces, esto ya es una
elección”
William James
Los
abanicos de posibilidades son situaciones de qué hacer o qué no hacer, ante las
preguntas planteadas, que nacen desde el primer cuestionamiento, como interrogantes
simples y binarias, de un sí o de un no. De éste primer cuestionamiento, el
espectro de las opciones se va extendiendo hasta plantar frente de sí
demasiadas disyuntivas que, más que aclarar, pueden bloquear y saturar el entendimiento.
Me valgo
de un ejemplo ordinario: si la pregunta es casarme o no, tengo delante de mí
una fácil dualidad, en apariencia; con un sí o con un no bastaría para despejar
la duda. No obstante, he abierto la Caja de Pandora, las preguntas se
reproducirán como un virus. De las primeras dos resultarán cuatro, luego ocho,
después dieciséis, y treinta y dos, y sesenta y cuatro, en una progresión
geométrica. Si digo sí al casamiento he eliminado el quedar soltero, pero he
abierto la puerta para nuevas cuestiones sobre el matrimonio: ¿con qué tipo de
mujer?, ¿edad?, ¿educación?, ¿carácter y personalidad?, ¿cómo la encuentro?,
¿en dónde estará ella?, ¿qué galanteo voy a usar?, y así en un larguísimo menú
de interrogantes.
Si me
congelo, de cara ante tantas preguntas, y no hago nada, seguramente sufriré por
la zozobra de la indecisión. Ahora, que si voy decidiendo entre las puertas por
abrir, iré avanzando hasta llegar a un resultado “final”. Entrecomillo la
palabra final pues, una vez casados, aparecerán más y más dudas: ¿dónde vivir?,
¿cómo vivir?, ¿hijos?, ¿cuántos?, etcétera. Pero – dirían muchos – “así es la
vida” ¿O no?...Y ciertamente, así es la vida pero porque la vamos creando,
mediante las incesantes e innumerables preguntas y las respuestas que vamos
eligiendo. En función de las decisiones que tomemos, los nuevos caminos podrán
ser unos u otros, como el quedarse soltero o contraer matrimonio.
En la
confusión, por la pluralidad de probables soluciones, por tantos
cuestionamientos, la angustia surge como protagonista principal al no saber si
las decisiones que tomamos son las acertadas, las correctas, y que son cosas
que no podremos descifrar mas que mirando en retrospectiva, conectando los
puntos hacia atrás, y comparando lo que tenemos con lo que pudo haber sido y no
fue. Sin embargo, en esto no hay culpables, hay responsables. El primer
responsable de lo que sucede en mi vida soy yo mismo… ¿Entonces, si yo soy el
responsable, por qué fue que opté por esa mujer y no por otra? Simple: porque
atraemos a aquello con lo que tenemos semejanzas.
– Pero,
¡si mi pareja es un desastre!, alguien podría apuntar - Sí, pero esa fue la que
en su momento atrajiste a tu vida, pues así estabas vibrando, en la misma
frecuencia, aunque fuese negativa. De tal modo que volvemos al principio: “El único
responsable de lo que sucede en mi vida soy yo mismo, y nadie más”. Una vez
asumida la responsabilidad de que a mí me corresponde crear mi vida, debo
cuidar la armonía de mis pensamientos y emociones, y velar por el positivismo
de mis energías vibratorias para atraer personas y cosas buenas alrededor,
evitando la parálisis o la preocupación frente a tantas conjeturas.
Es bueno
hacerse preguntas, pero no al grado de abrumarse con tantas de ellas. Quizás lo
mejor sea no preguntarle nada a la Vida – o no tanto – y simplemente vivir el
momento y dejar de preocuparse por el futuro. En esta paz mental, Él te irá
diciendo las respuestas, aunque no hagas preguntas.
“Me haré a un lado y Él me mostrará el camino”
De Un Curso de Milagros
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