Los cuatro pensamientos


Manuel Sañudo

 “Un optimista piensa que éste es el mejor de todos los mundos posibles. El pesimista tiene miedo de que eso sea cierto”
Ralph Waldo Emerson

Mucho se ha dicho de que, tarde que temprano, llegará el Día del Juicio Final. Yo prefiero hablar del Día del Final de los Juicios; del día en que dejemos de enjuiciar a todo y a todos, y también de juzgarnos a sí mismos. Ese día - que ojalá y que llegue pronto - desaparecerán muchos de los sufrimientos que constantemente nos ocasionamos por  proceder como jueces incansables, sumidos todo el tiempo en la negatividad.

Reflexionemos en lo siguiente: del 100% de los juicios y pensamientos que a diario tenemos, algo así como un 90% son los mismos que tuvimos el día anterior, y que los mismos de anteayer, y de los que le preceden. Es por ello que casi siempre las decisiones del hoy las tomamos con base en las experiencias del ayer, y de acuerdo a los cajones mentales que hemos fabricado a lo largo de los años. Por eso nos va como nos va, pues no cambiamos de modos de razonar y de ser; ya que tan sólo repetimos lo mismo, jornada tras jornada, esperando que las cosas se enmienden, por sí mismas, sin que nuestras reflexiones y quehaceres realmente se transformen.

Para verlo de otro modo, nuestros pensamientos del día a día se pueden clasificar en cuatro grupos:

ü     Los necesarios. Éstos son los indispensables para operar en lo habitual; que si me aseo, que si desayuno, luego voy al trabajo, me subo al automóvil, llevo a los niños a la escuela y de ahí voy a una reunión.

ü     Los inútiles: el nombre lo dice todo. Son  cavilaciones inservibles pues no nos conducen a nada. Es más, deterioran enormemente nuestro vigor físico y mental; y lo peor es que son a los que más tiempo les dedicamos en el día. No son mas que  ideas infructuosas sobre lo que pudo haber sido y no fue. Solemos deliberar que “si hubiera hecho esto o lo otro, de otro modo hubiera sido tal cosa”. Pero recordemos que “el hubiera” no existe.

ü     Los negativos. Estos los podremos reconocer cada vez que nos sintamos mal y que, por lo mismo,  nos debilitemos. En su mundo muy particular, cada quien sabrá cuáles son esas funestas preocupaciones.

ü   Los positivos: aquellos que nos hacen sentir bien, que nos definen con una actitud positiva y optimista frente a la vida, para con la salud, para con el trabajo, con la sociedad y la familia; que nos suministran de más recursos internos y nos empoderan para esquivar mejor las adversidades. Es más, funcionan como una especie de imán con el que atraemos personas, cosas y eventos favorables; y que, por el contrario, en las mismas circunstancias, las personas de pensamientos negativos terminan por atraer lo malo… Y que luego se preguntan, ¿por qué me pasa esto?

Sobra decir que debemos llenar nuestra mente de pensamientos provechosos, de los llamados necesarios y de los positivos, y reducir o eliminar completamente los inútiles y los negativos. Así, nuestra capacidad de pensar y de hacer se volverá exponencial; estaremos destinando lo mejor de nosotros a las labores más fructíferas.


“El optimista se equivoca con tanta frecuencia como el pesimista, pero es incomparablemente más feliz”

Napoleón Hill


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