¿Para qué juzgar y llevar cuentas?



Manuel Sañudo

“Si de veras llegásemos a poder comprender, ya no podríamos juzgar”
André Malraux

Desde siempre, el hombre ha llevado cuentas; cuentas sobre cuántas cosas tiene, lo que ha hecho, lo que quiere tener o dejó de hacer, las guerras que ganó o perdió, pueblos conquistados e imperios construidos.  El hombre primitivo, que  apareció hace 45,000 años, ya llevaba sus propios y rudimentarios cálculos; se retiraba a pintar en la soledad de las cuevas, a dejar constancia del número de animales cobrados en cacería.

En la actualidad no hay mucha diferencia en los recuentos, lo único que ha cambiado es lo que se cuenta, lo que se enjuicia; que si quién tiene más dinero, quién ganó o perdió qué cosa, qué tan productivo se es,  quién es la mujer más bella, el político más popular - como si la vida fuera una especie de Record de Guinness. Juicios y recuentos de todo y para todo. 

Extrañará el señalamiento, pues hacer juicios y llevar cuentas es parte de la vida... a como la hemos creado.  No obstante, invito al lector a que, tan sólo por un momento, imaginemos un día sin llevar las cuentas. Aclaro que me refiero a esas cuentas mentales que incluyen una sentencia en la que juzgamos, normalmente sin piedad, al prójimo - o peor todavía a nosotros mismos; en las que el ego afanosamente busca asegurarse de que está mejor que los demás. Por el contrario, hay casos patéticos en que el ego contabiliza, y se compara, para demostrarse a sí mismo que está peor que otros; por enfermizo que esto sea, existe gente que así lo hace día con día.

Es pues, que el señalamiento va en el sentido de la carga del juicio, de la comparación con otros y de cifrar en una escala los opuestos de este mundo: riqueza o pobreza, belleza o fealdad, enfermedad o salud, y así por el estilo.

Recuerdo que, en una conferencia, el expositor - un hombre muy sabio de origen hindú – estaba siendo acosado por uno de los participantes acerca de si esto es bueno o malo, que si estaba bien o mal una situación, y si él estaba evolucionando o no. El sabio hindú le contestó: ¿Quién es el que cuenta?; refiriéndose así a la compulsión del participante de estar enjuiciando, y para hacerle ver que quien está “contabilizando” todo el tiempo es el ego; que tiene sed de ubicarse en el mejor puesto posible de las escalas de un mundo de opuestos y dualidades – un mundo que nosotros hemos inventado.

¿Por qué tiene que haber juicios de todo y por todo? El juicio es una nefasta carga mental que agobia a la mente. Lo curioso es que el cerebro está todo el día pensando, y pensando, en términos de juicios - pues es  inevitable, pero cansado. No podemos dejar de hacerlo, ya que en muchos aspectos de la vida no nos iría bien si no contamos, si no hacemos juicios y cálculos. Quizás, con frecuencia y buena intención, nos proponemos no juzgar ni criticar a otros - pero, después, alguien hace algo que creemos que es aberrante, y simplemente no podemos evitar expresar nuestra indignación. Decimos que no queremos juzgar a las personas con las que tenemos una estrecha relación, pero cuando siguen haciendo la misma cosa enervarte día tras día, ¿cómo vamos a poder dejar de señalar su defecto?

Hay una lección que dice “Hoy no juzgaré nada de lo que ocurra”. Cualquiera que haya tratado de poner esto en práctica, y vigilar su mente con honestidad, no sólo sabe lo difícil que es, sino lo aparentemente imposible que es mantener esa promesa - ¿Qué tiene el juicio que lo hace tan difícil de soltar?

“Es curioso”,  dijo Jesús el Nazareno,  “que una habilidad tan debilitante goce de tanta popularidad”. El juicio es muy desgastante, y nos cansa porque es muy estresante. Sin embargo, nos sentimos obligados a pronunciar nuestro juicio y corregir los errores del mundo a nuestro alrededor, en una tarea ardua, incluso desagradable, que nos drena la energía - y no obstante, la atesoramos. Elegimos juzgar constantemente y consideramos la idea de abandonar el juicio como un insulto personal ¿Por qué?, ¿por qué queremos juzgar a los demás, cuando que el efecto que tiene en nosotros es tan negativo?... Porque deseamos ser los autores de la realidad,  y es por ello que nos empeñamos en aferrarnos a los juicios.

Aceptemos que de lo  mucho que sucede nada podemos hacer al respecto, al menos de manera individual; y que esos pensamientos no pasan del terreno de la queja y de ser cargas mentales sobre cómo nos afecta el clima o un congestionamiento vial, por citar dos ejemplos banales y cotidianos. Aunque parezcan tonterías insisto en que, no podemos hacer nada al respecto y que sólo nos añade un desgaste de energías mentales y físicas ¿Qué hacer entonces?, pues no podemos, ni debemos dejar de llevar ciertas cuentas y juicios de valor...

Para no sobrecargar a la mente, en sus ya de por sí excesivos pensamientos cotidianos, un camino de solución sería la de interpretar los sucesos - y los pensamientos que de ellos se derivan  - en contextos de paz, de neutralidad mental, libres del látigo del juez, en los que “nada signifique nada”.

“En lo que parecemos, todos tenemos un juez; en lo que somos, nadie nos juzga”

Friedrich von Schiller


Coach y Consultor de Empresas
D. R. © 2013 Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.