El Sueño que te roba el sueño

Manuel Sañudo

“Si deseas que tus sueños se hagan realidad, ¡despierta!”
Ambrose Gwinett Bierce

Soñar, fantasear, visualizar e imaginar – o como quiera que se les llame – son pre requisitos para alcanzar metas, para conseguir algo, tener éxito y prosperar. No obstante, si te aferras, si no despiertas, esos Sueños te pueden robar la tranquilidad de la noche, la de tu buen dormir, y la paz del día con día.
¿Entonces no debo soñar, ni ambicionar?, podrías objetar, con cierto enfado… ¡Claro que debes hacerlo! pues, como dije, son un pre requisito para preparar el camino y atraer lo que quieres.
Sin embargo, hay de Sueños a Sueños, de consecuencias a consecuencias, de realidades y expectativas versus lo que la Vida te va concediendo. Puede ser que el Sueño, desde su concepción, sea prácticamente inalcanzable o de frutos a muy largo plazo. O que lo que quieres lograr no lo obtengas del modo y en el tiempo que lo imaginaste o que las condiciones del entorno cambien y anulen por completo lo imaginado; es en ese momento en que te empezarán los sofocos nocturnos y que irás perdiendo el sueño, el buen descansar tan necesario para acometer las tareas básicas del día, y del que se requiere para permanecer con la inspiración y la flama encendida para alcanzar un destino.
Conocí a una persona quien desde hace más de 20 años se trazó la meta – es decir, el Sueño, así con mayúscula – de llegar a ser millonario. Trabajó muy duro para lograrlo, a costa de su salud y de poco dormir. Al cabo del tiempo, acumuló su primer millón de dólares y un poco más. Fue adquiriendo varias propiedades, casas y edificios, con el dinero ahorrado y con préstamos bancarios. Todo marchaba bien, pues las rentas de sus inmuebles le daban para pagar al banco y tenía un sobrante. Hasta que llegó la crisis inmobiliaria del 2007 y empezaron los problemas. Los inquilinos no podían pagar las rentas y sus ingresos se redujeron; así, lo que ganaba era menos que lo que te tenía que pagarles a los banqueros. Pero él se aferraba a su Sueño y tomaba de sus reservas para cumplir con los abonos de las hipotecas.
Así estuvo desde el 2007 hasta el 2013, afanado en el trabajo y afligido para ganar más (que era casi imposible, dada la magnitud de la crisis – que es hora que no se compone del todo) y poder cumplir con los bancos, sin tener que prescindir de sus posesiones. En un cegado esfuerzo, en un apego absoluto a lo material, a costillas – otra vez – de su salud y de la armonía familiar. Para mediados de este año del 2014 los ahorros se le estaban terminando y se empezaron a encender los focos rojos en su “maltratada” economía y en más síntomas de enfermedades físicas y emocionales.
Fue hace poco que acudió conmigo para unas sesiones de Coaching/Consultoría. Sería largo de relatar lo que platicamos, durante varias sesiones, por lo que tan sólo me gustaría poner el índice en algunas reflexiones:
- Si ponemos las cosas en perspectiva, su problema de fondo es que no se resigna a reconocer que el entorno invalidó su Sueño y que ahora debe jugar con otras reglas o cambiar de Sueño o posponerlo– y lo digo con la frialdad del que ve las cosas desde afuera. Al no resignarse, puesto que su apego es descomunal, no admite que esta “jugada” la perdió, que ya vendrán otras, y que hay que replantear sus objetivos en un nuevo escenario.
- ¿Realmente su economía está “maltratada”?, ¿acaso está en extrema pobreza? No, para nada, pues tiene bienes que superan sus males. Pero, como dijo, no quiere renunciar a las cosas materiales y se está perdiendo de vivir el presente; atormentado por la culpa de lo que pudo haber sido y no fue, y atemorizado de lo que le traerá el futuro, que se le antoja nebuloso, amenazante e incierto.
- Las finanzas, como la aritmética, son elementos no negociables. Los números son fríos; si vendiese todo pagaría sus deudas y le sobraría. Ese es el dilema en el que tiene que trabajar: decidir entre “el buen dormir o el bien comer”; es decir, tener paz o seguir en la quimera de que es millonario. Razón versus emoción, tener la razón o ser feliz, así de simple.
Una vez más podrías refutar lo mismo: - “¿Entonces no debo soñar, ni ambicionar?... No entiendo”- .  Y te repito que sí, que sí debes Soñar, pero también debes estar bien despierto para ir aterrizando y cambiando lo que haya que cambiar para lograr tus metas, pero siempre con la consigna de ser feliz en el viaje… A menos que quieras ser el más rico del panteón.

Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
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