Enfrenta tus miedos

Manuel Sañudo
"Cosa extraña el hombre; nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere"
Facundo Cabral
                                       
Recuerdo que hace más de 12 años, uno de mis primeros escritos fue relacionado con el miedo. Se titulaba: “Miedo, emoción que paraliza” y fue publicado, por primera vez, en “La Prensa Libre” de Guatemala. Eso fue por el año del 2002, y seguramente estaba proyectando el temor que estaba sintiendo entonces, pues estaba viviendo precisamente en Guatemala y, entre otros factores atemorizantes, además de vivir fuera de México, aún quedaban residuos de las guerrillas anteriores y de regímenes de gobiernos militares.

          Bueno, esa es la explicación que me daba a mí mismo sobre el origen de mis aprensiones de esos tiempos. Con lo de “esos tiempos” recalco que el miedo es de esos, pero también de muchos otros tiempos, de casi toda la vida; es permanente, siempre está cercano y acechando. Que en veces es por ciertas razones, y en otras el ego nos gobierna para sentir otras amenazas. El caso es que esta ilusión - sí, es una ilusión pues la mente es la que la imagina – se disfraza de muchas formas con tal de subsistir en el pensamiento.

           Tendría que ir más profundo, y no es el foro ni el caso, para averiguar sobre mis verdaderos miedos, y los de los amigos guatemaltecos de aquella época; aceptemos que el miedo se infecta y se contagia como un virus. Lo que quizás ayude a profundizar, es repasar lo que dicen los expertos sobre cuáles son los seis grandes miedos de la humanidad, a saber: el miedo a la pobreza, a la crítica, a la enfermedad, a la pérdida del amor, a la vejez y a la muerte.

          Es pues que, ¿tenemos que vivir con miedo? Me atrevo a decir que la mala noticia es que sí. El miedo se gesta casi desde el claustro materno, y desde bebés y niños nos va creciendo, con la ayuda del propio ego y la influencia de los egos de todos los que nos rodean, para acompañarnos hasta la muerte, en la que sería como el final de todos los temores. Si así de fatal e inevitable es esto ¿qué podemos hacer?, ya que vivir con miedo es de lo más desagradable, de lo más venenoso. Las toxinas pueden llegar a enfermar a la persona y a los que le rodean. La buena noticia es que el valiente domina sus miedos, no el que se los traga... Y es inteligente y sabio el que aprende cómo atenuarlos y hasta erradicarlos. Tarea nada fácil, a como están las cosas en este mundo, pero sí es posible y muy necesario. Esta, insisto, es la buena noticia.

          Platicando con unos amigos, e intercambiando experiencias, llegamos a ciertas conclusiones que pueden ayudar a desafiar esta nociva emoción:

- Reconocer que está presente el sentimiento. No conviene negarlo, hay que aceptar, en cuanto lo detectemos, que ahí está inserto en algún lugar de la mente. El simple hecho de reconocer su presencia nos permitirá iniciar un proceso de sanación del temor.

- Hacer una lista, preferentemente por escrito, de los todos los miedos que identifiquemos, por absurdos que nos parezcan. Algunos recomiendan destruir después esta lista, como símbolo de que los hemos eliminado - aunque no es suficiente con esto, ayuda un poco. 

- Sentir el miedo, no resistirse y preguntarse a sí mismo: ¿qué quiere decirme esta emoción?, ¿cuál es el pensamiento que yace en lo profundo?...  

- Rendirse. El acto de rendición no es de abandono, es dejar de luchar contra lo imbatible, contra lo que no podemos cambiar. Una vez que nos hayamos rendido, el miedo irá cediendo y las respuestas irán fluyendo a nuestras vidas.

- Desintoxicarse. Sobra decir que el miedo nos puede enfermar si lo permitimos, pues se puede trocar en ansiedad, en estrés, con las consabidas toxinas. Procuremos ejercitarnos y distraernos. Cambiemos de rutinas, de hábitos, hobbies y frecuentemos a nuevos amigos...

- Ver la vida desde una perspectiva divina, y recordar que el miedo no es más que falta de Fe. Concienciarse que la vida terrenal no es para siempre... "No hay mal que dure cien años", reza el refrán.

- Hacer una especie de "Zoom" de las circunstancias y alejarse de ellas; salir de vacaciones, o el simple hecho de caminar por el parque, harán que tomemos una saludable distancia entre nuestro ser y los miedos que nos acechan.

- Pensar en lo opuesto. En vez de que la mente nos controle con pensamientos negativos, intentemos pensar en lo opuesto, en cosas y escenarios positivos y veremos qué diferencia habrá en nuestro sentir.

- Hacer un “parche lógico” en el consciente, mientras el inconsciente (en donde residen los programas mentales más profundos) cambia nuestros arraigados paradigmas. Me explico: un "parche lógico" es una forma de auto convencerse, con argumentos racionales e irrebatibles, de que el miedo es irreal y no existe; que la Fe, y vivir el presente, aquí y ahora, es lo más saludable que hay.   


Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
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