Manuel Sañudo
“Al
hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades
humanas –la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias
para decidir su propio camino–".
Viktor
Frankl
Solemos
estancarnos en el quejoso canturreo de “que no tenemos opción de elegir”, en
esto o aquello que nos preocupa y que lo vemos como una encrucijada decisoria;
pues así es como acostumbramos ver este mundo de dualidades y de opuestos - en
el que hay que elegir entre dos o más caminos. Y de seguro que con la frase
quejosa va aparejado un suspiro, exhalado frente a la bifurcación en turno,
lleno de auto compasión, de sufrimiento y de estrés.
Por
el contrario, hay quienes dicen que invariablemente habrá forma de elegir y que
siempre habrá opciones – y más todavía, los hay que afirman que no decidir nada,
ya es en sí una elección. Aquél que diga que no tiene ninguna alternativa, es
porque ya está decidiendo seguir en lo mismo. Para él, si bien no lo vea así,
la única posibilidad de elección es la de seguir igual.
Vamos
a una historia real y dramática, conocida por millones de personas: la vida de
Viktor Frankl; quien sufrió el cautiverio en uno de los campos alemanes de
concentración más horribles de la Segunda Guerra Mundial. Sus pensamientos y
actitudes le ayudaron a asumir la mejor, o la menos mala, de las conductas para
sobrevivir, física y anímicamente, las atrocidades de la guerra y su reclusión
en ese infierno llamado Auschwitz.
Como
muestra de lo anterior, reproduzco una de sus frases que refleja fielmente esa
actitud pragmática y valiente: - “El ser
humano es libre, posee la capacidad de elegir... El ser humano se halla
sometido a ciertas condiciones biológicas, psicológicas y sociales, pero
dependerá de cada persona, el dejarse determinar por las circunstancias o
enfrentarse a ellas"- .
Derivado
de esos sufrimientos, y de la decisión que tomó de con qué actitud afrontarlos
todos los días, fue que escribió su libro “El hombre en busca de sentido”. Un
texto que se puede resumir en que - en cualquier situación -, no necesariamente
en el campo de concentración, es posible experimentar esta fuerza del espíritu
para vivir por un sentido, asumir su responsabilidad e instituir su libertad.
Para Frankl, estas tres capacidades son las características principales de la
existencia: el sentido de la vida, la responsabilidad de vivirla y de que, aún
en las peores circunstancias, siempre queda algo de libertad... La del
pensamiento.
Afortunadamente,
no nos tocó vivir en un campo de concentración, en donde las opciones de elegir
son ínfimas, ridículas; hasta en los propósitos básicos - que muchos podríamos
calificar como triviales – como el qué comer, cómo vestir, donde dormir... Y,
para nada trivial, el cómo y cuándo morir. Con todo, hay personas que mal viven
en un campo de concentración mental, que se aprisionan a sí mismos en el lloriqueo
permanente del “no poder elegir, del no tener opciones”… ¡Falso!, siempre hay
opciones. Lo que sucede es que las que hay no son las que preferimos; pues es obvio
que nuestro ego se aferra a lo quiere que sea y se resiste a aceptar lo que es – y el miedo al cambio se aparece
como fantasma inevitable, como un huésped no deseado pero habitual. Para
dramatizar un poco más me voy al extremo: el que no encuentra la salida, y se
va por “la puerta falsa” del suicidio, ¿acaso no está eligiendo?
No
me canso de repetir, seguramente que para mí, primero que todos, de que “El
único responsable de lo que sucede en mi vida, soy yo mismo y nadie más”... Por
lo menos de la actitud con que asumo las cosas.
Coach y Consultor de Empresas
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D. R. © Rubén Manuel
Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.