Manuel Sañudo
“La violencia, en el fondo,
nace de la cobardía”
Mahatma Gandhi
Está de moda el bullying, que no es más que una hostil
maniobra y que también se les conoce como “acoso escolar”, por el que se
entiende el hostigamiento y maltrato verbal o físico que sufren los alumnos por
parte de sus compañeros y, en ocasiones, por acción u omisión, por parte de los
propios profesores, y que se presenta de forma reiterada en un lapso de tiempo
determinado. Para que ocurra debe haber un sujeto acosador y una víctima. El
sujeto maltratado queda expuesto física y emocionalmente ante el sujeto
maltratador, que como ya dijimos, en muchas ocasiones son los propios
profesores quienes la ejercen, sin olvidar a ciertos compañeritos de aula;
prácticamente no existe un salón de clases sin un “bully”.
Esta hostil acción no es casual, sino negativa e
intencionada y sitúa a las víctimas en posiciones de las que difícilmente
pueden salir por sus propios medios. El objetivo del manipulador escolar es
intimidar, someter, asustar, apocar y consumir emocional e intelectualmente a
la víctima. Con ello, lo deja totalmente indefenso a sus fines y artimañas.
Este asedio genera una serie de secuelas psicológicas que perduran en el
tiempo, en forma de aparición de cuadros como son: disminución de la
autoestima, estados de ansiedad, cuadros depresivos e incluso de estrés
postraumático infantil, que perjudican y dificultan su evolución e integración
a mediano y largo plazo en el medio escolar.
Las razones del “bullying” son muchas y tocan varios
aspectos. La violencia entre los alumnos se ha acentuado en los últimos tiempos
debido a la disminución del tiempo que pasan los padres con los hijos. Los
niños tienen una gran capacidad para hacer daño precisamente porque no son
conscientes del daño que hacen, de las consecuencias de sus acciones y no han
desarrollado todavía una guía ético-moral para decidir su modo de conducirse en
la vida.
Si a lo anterior le sumamos que las nuevas tecnologías
permiten al abusador seguir a su víctima por los espacios virtuales, amenazarlo
por mensajes de texto, exhibir sus momentos de debilidad en la internet y
propagar cualquier rumor a la velocidad de la luz, los niños de hoy están más
expuestos que nunca ante la presión social que trata muy dura e injustamente a
los débiles, los tímidos, los inseguros y, básicamente a todo aquel que pueda
ser atacado, criticado o excluido del grupo social más dominante.
Un hecho todavía más alarmante es el de que, en una
sociedad hiper-sexualizada, la violencia ejercida contra los compañeros y
compañeras cada vez más por el insulto, la presión, y el acoso sexual. Si los
muchachos no tienen formada una guía moral para detener las pequeñas faltas,
cuando llegan a sentir las urgencias y descontroles de la pubertad, no tendrán
tampoco freno para buscar satisfacerse, buscando no con quien compartir, sino
de quien aprovecharse. No están recibiendo una formación emocional en casa, mucho
menos en la escuela, para entender los valores de la tolerancia a quienes
tienen afectos diferentes, el respeto a la libertad y a la auto-determinación
sexual de los demás y su derecho de decir “no”.
Los verdaderos profesores, los que son buenos en su
trabajo y lo aman, tienen el gran problema de que la autoridad que los padres
dejan de tener sobre sus hijos no recae en ellos, sino todo lo contrario; el
consejo, la guía o la reprimenda que cada niño necesite para madurar, si no le
es dada por sus propios padres, no será aceptada de nadie más. El maestro ha
perdido de manera muy rápida, en el paso de sólo dos generaciones, al aura de
hombre sabio, estudioso de la pedagogía y con la experiencia necesaria para
“educar”, en el sentido más integral de la palabra, a sus alumnos.
En cambio, en todo el mundo se está dando la tendencia de
tener maestros cada vez menos formados, indolentes o impotentes ante el
fenómeno del “bullying” y que, para tener abierto aunque sea un canal de
comunicación con el grupo, permiten o participan en el escarnio contra los
individuos más vulnerables del grupo. Incluso aquellos pocos maestros que
quieren combatir fuertemente la descomposición social que se da al interior de
la vida escolar, acaban siendo amenazados por padres “influyentes” y
prepotentes, cuando no resultan amenazados por padres “narcos” o cercanos al
crimen organizado, todo por haber intentado ponerle un alto a sus pequeños
monstruos, quienes reproducen a pequeña escala, (que no por pequeña es menos
peligrosa) el clima de violencia e impunidad en el que vive la sociedad actual.
El problema del “bullying” es la forma más cruda y burda
de la manipulación que puede hacer que una persona se sienta desvalorizada, no
merecedora de la más mínima compasión o muestra de cariño, y que será incapaz
de amarse a sí mismo o de formar una relación que no esté basada en la
violencia, sea esta física o psicológica, explícita o implícita.
Una sociedad en dónde existe el “bullying” es una
sociedad que cree que es “normal” algún tipo de violencia; que es “natural”
burlarse del diferente, del débil, del niño en situación difícil o del
homosexual y, todavía peor, una sociedad que no acepta ninguna responsabilidad
sobre la violencia que ejerce, suponiendo que la culpa de esa conducta está en
la víctima “porque se deja”. Por lo que la eliminación del acoso escolar es
responsabilidad de la sociedad entera, de los medios de comunicación, de las
comisiones de derechos humanos, y sobre todo, por ser en ellos donde se
presenta y manifiesta el problema, de los centros educativos.
No contemos como muertos únicamente los casos extremos de
suicidio de un menor; una persona a la que le fue cercenada la posibilidad de
ser ella misma, de ser auto-suficiente en sus emociones y de ser feliz, es
también una persona que ha perdido su vida. ¡BASTA YA! La escuela debe de ser
un lugar seguro y es responsabilidad de todos lograr que así sea.
Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
www.manuelsanudocoach.com
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