Manuel Sañudo
Una de las máscaras del Ego
más fuertes que existen es la de la “visión de túnel” que es aquella que nos
crea la ilusión de que nuestra felicidad, o a veces, nuestra existencia entera,
está determinada por una sola meta, posesión o persona, alejándonos de otras
fuentes de bienestar, paz y crecimiento.
El Ego obsesivo es aquel que
acapara todas las fuerzas físicas, las energías mentales, el tiempo y los
recursos de una persona para encaminarlas a un único objetivo. Si bien es
cierto que las grandes metas en la vida de una persona requieren de grandes
esfuerzos para llegar a verse cumplidas, es también cierto que no tener más
metas, ni planes alternos, ni ocupaciones, hobbies ni intereses fuera de esa
meta, conducen a una vida menos plena y a un desgaste físico y mental
importante, por no decir que también acarrea fuertes sentimientos de
frustración cuando esa meta se retrasa o se aleja. La frustración aparece
cuando las cosas no resultan como el Ego quiere que sucedan; y eso no es más
que apego, aferramiento a una meta, en este caso.
Este tipo de Ego es difícil de
identificar como negativo, precisamente por confundirlo con fortaleza de
carácter, con una disciplina admirable o como un “llamado”. Uno de los rasgos
que lo pueden identificar es el de conducirnos a la necesidad de la comparación
permanente con los logros ajenos, que es la puerta de entrada para la
envidia.
El Ego obsesivo nunca está
satisfecho, y no es la idealizada búsqueda artística por la perfección lo que
lo motiva, sino una carencia personal muy profunda y difícilmente admitida de
donde se nutre. Cualquiera que sea artista, o haya convivido con ellos sabe que
uno de sus rasgos más característicos es que, a pesar de estar orgullosos de su
trabajo, en algún momento dicen o revelan que “saben” que pudieron haber hecho
un mejor trabajo y nos señalan “fallas” en ellos que no se podrían ver ni con
lupa, pero eso es distinto al Ego obsesivo, porque aun sintiendo que no han logrado
la perfección que buscan, renuncian a continuar revisando y repasando su
creación, sabiendo que una sobre corrección de la misma le hará perder su
sentido e intención original y que, si no renuncian a la perfección para dejar
a sus obras como “aceptables”, “buenas a secas” o “me gusta y la quiero mucho,
pero tengo que intentar cosas nuevas y yo sé que puedo lograr algo mejor”,
nunca terminarán ninguna pieza ni pasarán a otras etapas en su arte.
Por el contrario, el Ego obsesivo
no renuncia nunca a nada. Si no obtiene absolutamente todo lo que busca, cree
que no encontrará la paz ni la satisfacción, pero eso también es una ilusión,
ya que, si por un golpe de talento y suerte, el obsesivo llega a tener todo lo
que ambicionaba, entonces querrá más todavía. O sea, el tener más es sólo un
aliciente para tener más, y más, y más, en una competencia ciega, como una carrera
en círculos interminable.
Por supuesto, las personas que
llegan muy alto en sus carreras y que logran conseguir muchos logros y acumular
muchas posesiones son, en automático, admiradas y tomadas como ejemplo por
quienes no saben los niveles de stress ni las pérdidas en la vida emocional que
tienen esos “ídolos”. Verdaderamente admirable es aquél que, con talento y esfuerzo,
ha llegado a tener éxito en el campo de su elección sin perder el sueño, la paz
y la estabilidad mental, tomando a sus logros como complemento del hecho de ser
feliz y como posibilidad de inspirar y hacer felices a otros.
No es necesario convertirse en un
gran empresario o un ambicioso corredor de bolsa para tener un Ego obsesivo.
Una persona de capacidad económica modesta y con pocos recursos a su alcance
puede desarrollarlo también. Cualquier persona que se obsesiona con un objeto
material, un título social o profesional, o con estar con una única persona que
ya lo ha rechazado explícitamente, sufre de un Ego obsesivo, y las
consecuencias de esa obsesión suelen ser terribles.
El Ego obsesivo se nutre de deseo,
y el deseo suele no ver la realidad; el deseo idealiza las cosas y a las
personas. Desear tener lo que otros tienen y ser como ellos es idealizar las
vidas de los que han logrado algo sobresalir, pensando que sólo los
acaudalados, los reconocidos como hermosos, los famosos, son los verdaderamente
plenos, valiosos y felices. Los quioscos de revistas se llenan cada semana y
los programas de la tarde reproducen, por horas, lo fabuloso de las vidas de
otros, alimentándose de la idealización que las demás personas se hacen de ellos,
y alimentando sentimientos de envidia y frustración en sus consumidores.
“Nuestros
problemas se deben a un apego apasionado a las cosas y al deseo que nunca se
satisfacen por completo, entonces generan aún más angustia. En el empeño de
conseguir estos objetos de nuestro deseo, empleamos la agresión y la
competencia, como herramientas supuestamente eficaces, y nos destruimos cada
vez más en el proceso”
Dalai
Lama
Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
www.manuelsanudocoach.com.mx
www.entusiastika.blogspot.mx
DR © 2015 Rubén Manuel
Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.