Manuel Sañudo
“Los hombres no son prisioneros del
destino, sino prisioneros de su propia mente”
Franklin D. Roosevelt
Las creencias que
cada uno albergamos no son verdades, sino ideas que adoptamos y permitimos que
rijan nuestra vida, pues a pesar de que creamos en ellas, pueden ser falsas.
Lo que nos decimos a nosotros mismos es más importante de lo que parece,
ya que toda creencia que asumamos como verdad, sea cierta o no, tiende a
manifestarse en nuestra vida y no nos damos cuenta de eso hasta que nos auto
observamos y nos dejamos de identificar con esos pensamientos.
Por ejemplo, si reaccionamos a una frase como “soy un inútil”, como si
de verdad lo fuéramos, esta creencia buscará confirmarse para mantener la
coherencia interna. ¿Y cómo se confirma? a través de nuestros actos, actuando
como si fuéramos inútiles y pareciendo inútiles. Es lo que los estudiosos
llaman “El efecto Pigmalión”. Veamos algo al respecto:
El efecto Pigmalión,
en psicología y pedagogía, es uno de los sucesos que describe de cómo la creencia, que tiene una
persona, puede influir en el rendimiento de sí mismo o de otra persona. Esto
supone, por tanto, algo importante de conocer y estudiar para los profesionales
del ámbito educativo, laboral, social y familiar.
El efecto Pigmalión se puede identificar de las siguientes maneras:
*Suceso por el que una persona
consigue lo que se proponía previamente, a causa de la creencia de que puede
conseguirlo. “Ellos pueden, porque creen
que pueden”, dijo el poeta romano Publio Virgilio Marón (70 a.C.-19 a.C.)
*Las expectativas y previsiones de
los profesores sobre la forma en que de alguna manera se conducirían los
alumnos, determinan precisamente las conductas que los profesores esperaban.
*Una profecía auto cumplida es una expectativa que incita a las
personas a actuar en formas que hacen que la expectativa se vuelva cierta.
Para liberarnos de esto, debemos considerar los pensamientos como lo que
son: simplemente ideas que pueden ser ciertas o no. Por tanto, ante cualquier
pensamiento que nos pase por la cabeza, debemos valorarlo correctamente y
darnos cuenta de que:
* Los pensamientos pueden ser ciertos o no, pues no siempre coinciden
con la realidad.
* Los pensamientos no siempre son
verdad; por tanto no debemos creerlos.
* Los pensamientos no siempre se
deben tomar en serio y darles importancia.
*Los pensamientos no son órdenes; no
debemos obedecerlos automáticamente.
* Los pensamientos no siempre son
sabios, por lo tanto no siempre debemos seguir su consejo.
Para librarnos de su poder sobre nosotros debemos cuestionarlos para
distinguir aquellos que nos resultan útiles de los que no. Y aquellos que no
nos son útiles lo mejor es ignorarlos. ¿Cómo se hace esto?, cuando se me pasa
por la cabeza que “soy un inútil”, en vez de reaccionar sintiéndome mal, darme
cuenta que sólo es un pensamiento y no darle más importancia. Darme cuenta que
no me es provechoso creerme eso, no tomarlo en serio, no darle poder.
Es mejor decirse a uno mismo: “estoy teniendo el pensamiento de que soy
un inútil; solo es un pensamiento, y como no me resulta benéfico, lo ignoro, lo
dejo pasar, no me engancho”. Así, los pensamientos tóxicos pierden el poder que
ejercen sobre nosotros y no permitimos que nos afecten, ni que traten de
confirmarse manifestándose en nuestra vida
Para trabajar la mente se necesita hacer un esfuerzo de auto-observación
y tener un auténtico propósito de cambio.
Manuel Sañudo
Gastélum
Coach y Consultor
Sitio: www.manuelsanudocoach.com.mx
Correo:
manuelsanudog@hotmail.com
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