Manuel
Sañudo
“El
perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito;
bendice al que lo da y al que lo recibe.”
William
Shakespeare
Pocas cosas cuestan tanto
trabajo como perdonar, pues equivocadamente, nuestro ego nos dice, y nos engaña,
con ideas como: “Perdono, pero no olvido”, “No lo perdonaré jamás, para que
sufra”, “Si lo perdono, me la volverá a hacer”, y muchas más como estas. Así,
repito, es por esto que cuesta trabajo perdonar.
El primer error consiste en creer que
cuando uno perdona le hace un favor a su enemigo - y muchos hombres sabios
dicen que no hay tal enemigo, sino un maestro que la vida plantó frente a ti
para que aprendieras algo –. En realidad, cuando uno perdona, se hace un favor
a sí mismo. La experiencia nos enseña que, cuando guardamos rencor a alguien, o
tenemos un resentimiento hacia otra persona, somos nosotros los únicos
perjudicados, los únicos que sufrimos, los únicos lastimados; y nos causamos
daño, pasando noches sin dormir, cavilando odios, infectando nuestra mente y
angustiándonos con ideas de venganzas. Mientras tanto, nuestro enemigo está tan
campante y no se entera de nada.
La medicina moderna, cada vez más,
reconoce que los sentimientos negativos o de odio hacia otra persona producen
enfermedades físicas y psíquicas, provocan infartos, afecciones cardíacas,
problemas en los huesos, en la piel y en el sistema inmunológico. Incluso, muchas
de nuestras dolencias, en el fondo, son fruto de nuestros resentimientos
ocultos. Es innegable que nuestro enemigo estaría feliz si se enterara del daño
que su recuerdo provoca en nosotros. Pero, te invito una vez más a que
reflexiones en la idea de que el perdón no es un beneficio para el otro - que,
quizás podría serlo. El perdón es un regalo para ti.
Sé que te resultará difícil aceptar
la idea de que el perdón es un regalo para ti, pues el enojo, la ira, el resentimiento,
la tristeza, o la emoción proveniente de la ofensa, que sientes que te hicieron,
impiden la entrada, ni siquiera admiten la posibilidad del perdón. Más aún,
cuando te he dicho que es un como un obsequio para ti. Toma en cuenta que la
palabra perdón proviene del prefijo latino per
y del verbo latino donāre, que
significan, respectivamente, “pasar, cruzar, adelante, pasar por encima de”, y
“donar, donación, regalo, obsequio, dar”, lo cual implica la idea de una dispensa,
de un indulto, del cese de una falta, ofensa, demanda, castigo, indignación o
ira, eximiendo al culpable de una obligación, discrepancia o error.
El perdón no es una mera artimaña para
liberar de culpa a quien te ofendió; es una práctica para que tú seas libre del
sufrimiento que te dejó esa acción. Perdonar no es olvidar, es recordar sin que
te duela – y, de paso, encontrar alguna enseñanza en ello.
Tú puedes decidir perdonar a alguien,
que no está arrepentido de haberte dañado, porque tu intención, al perdonar, no
es para que esa persona quede exenta de culpa, si no para que tú quedes libre
en tu interior, que tengas paz, que puedas vivir bien y sin mirar para atrás.
Seguramente que hay numerosos
consejos para perdonar; pero, quiero finalizar centrándome en lo que me dijo un
amigo - “Mientras no saques la emoción de tu mente, de tu sistema neuronal, de
tu cuerpo, el perdón no será real. Sería como pintar sobre el óxido sin antes
haber pulido bien y haber removido totalmente la herrumbre. La pintura (el
perdón) nomás cubrirá la apariencia, pero el óxido seguirá ahí, y luego brotará
de nuevo”.
Ese comentario fue lo que me llevó al
enunciado del título: Drenar para
perdonar. Drenar equivale a vaciar, a remover la emoción negativa. A “sacar
el óxido”, como dijo mi amigo.
“Actuar
con ira o tener rencor es como beber veneno y esperar que la otra persona
muera”
Buda
Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
manuelsanudog@gmail.com
DR © 2016 Rubén Manuel
Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.