Y después de la boda, ¿qué?...

Manuel Sañudo

Ocurre que los novios se atraen, se conocen, salen, se entusiasman y, como desenlace natural, se casan. Pero esta decisión no es el final de un camino, es uno de los primeros pasos en la historia de la pareja. El matrimonio en sí mismo no resuelve nada, no es la prueba indiscutible de un amor profundo, ni tampoco garantiza que vayan a estar juntos o felices por el resto de sus vidas. En la gran mayoría de los matrimonios no todo es miel sobre hojuelas, es una vida común con muchos altibajos, y la verdad es que hay que echarle ganas, muchas ganas, y mucho amor.

No pretendo agriar la ilusión de las parejas próximas a casarse, y sí quiero compartir unas experiencias, que espero y les ayuden a transitar felizmente, y por muchos años, en la vida en pareja.

- Aceptarse. Las personas no cambiamos gran cosa con el tiempo. La persona de la que te enamoraste era muy parecida a la que tienes a tu lado, y eso que hoy te fastidia en algún momento era de tu agrado. No le exijas que cambie, al menos no en la esencia, y acéptala como es.

- Perdonarse. Que los disgustos y discusiones no atrapen tu espacio y tu tiempo. Perdonar es dar amor real y entender que somos humanos, y por tanto imperfectos; el día en que tú cometas un error, también querrás ser perdonado.

- Sorprenderse. La costumbre es una de las principales causas del deterioro de un matrimonio. Pero no creas que debes hacer cosas asombrosas para refrescar la relación. Un regalo sin razón alguna, un mensaje, o una simple invitación al cine, son detalles pequeños que hablan claramente de lo que te importa tu pareja.

- Independizarse. Pasar tiempo juntos fortalece la relación, pero eclipsar la personalidad del otro es totalmente dañino; hay que dar espacios para que cada quien ejercite su individualidad, sin perder la buena comunicación que es necesaria en cualquier pareja. Dejar que cada uno viva sus sueños y apoyarse mutuamente. La mejor forma de que una pareja sea feliz es si los dos individuos que la forman son felices por sí mismos.

- Respetarse. Tu pareja está en tu vida para mejorarla, para complementarse y ayudarse, no para que se convierta en tu propiedad. El respeto incluye la cortesía, el lenguaje, la amabilidad, la empatía, y evitar invadir los roles; cada uno tiene sus responsabilidades, como esposo, esposa, padre, madre.  

- Tolerarse. Hay que saber ceder, o encontrar un punto medio, en las opiniones discordantes que seguramente tienen y tendrán.

- Compartirse. Compartir el tiempo, el alma, la amistad, las vivencias y el dinero. El tema del dinero no es ninguna ligereza, es importante, es necesario para vivir, y hay que compartirlo con la pareja, con los hijos, y con la familia. Reconoce que no hay que abusar del crédito, pues las deudas excesivas serán motivo de pleitos,  discusiones y de escasez.  

- Objetivos comunes. La comunidad de intereses, de ideales, y de metas, definitivamente une a la pareja. Incluso, el divertirse juntos es obligado y necesario, pues la alegría ahuyenta las emociones tóxicas.

- Trabajar en equipo. Mantener un matrimonio duradero y feliz requiere de trabajo de las partes. Planear cosas juntos, consultarse sobre sus planes, pensar y actuar como equipo, en las buenas y en las malas.

- Fidelidad. No nada más en lo afectivo o en lo carnal, también hay que ser leal en los compromisos, en los acuerdos, en las promesas, en los asuntos íntimos.

- Agradarse. No obstante suene frívolo decirlo, la parte física es importante, aunque los años pasen. El atractivo sensual es primordial, pues por los sentidos percibimos al mundo, y no se diga a la pareja. Hay novias y novios que se esmeran en su cuidado personal, y en el trato mutuo, previos al matrimonio pero, una vez casados se convierten en la antítesis del noviazgo, de tal modo que se alejan de lo que fue gran parte del atractivo, y del encanto, en el mero principio de su historia.  

Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
Correo: manuelsanudog@gmail.com
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