La Brújula de la Paz

Manuel Sañudo

“Somos lo que fue, fuimos lo que ya no es”
Jesse & Joy


Con cierta frecuencia perdemos el rumbo en la vida, creemos que no tiene sentido, que somos víctimas, y que hemos sido olvidados por todos, hasta por Él, para luego caer en el barranco del sufrimiento.

          El sufrimiento – sobra decirlo – dificulta lograr la felicidad, que es a lo hemos venido a este Mundo; y lo digo desde mis propias vivencias, pues ¿qué sentido tienen los “éxitos”, las posesiones, las cosas y el dinero, si hay sufrimiento constante?

          Como que se dice fácil, como que quien me lea diría que lo que escribo es demasiado elemental; no obstante, en carne propia y ajena, todos los días – y repito, todos los días -, si observo bien, veo desconsuelo generalizado. Somos adictos al drama, dije alguna vez. Drama y sufrimiento, que nos lanzan a la cara en los medios de comunicación en forma de noticias, telenovelas y hasta en los anuncios. Drama en los cafés, en donde las personas se reúnen para platicar de lo malo que ha sucedido, drama en los negocios, drama en las escuelas, y en un montón de foros más. No, no es una visión pesimista de mi parte, es lo que veo, y no quiero caer en ese juego perverso y desgastante; que, para no caer, trato de guiarme por la “Brújula de la Paz”.

          El sufrimiento se genera en la mente – como casi todo lo que sentimos -, en el ego, en lo que el yo quiere que suceda y lo que realmente pasa, o lo que nos dicen que pasa, y finalmente no es más que la interpretación que le damos a lo que nos dicen, a lo que sucede. Alguien dijo que la frustración, que es pariente del sufrimiento, resulta de la diferencia entre lo que quieres y lo que logras. Lo refraseo: el sufrimiento es tan grande como tu ego se aferre, se enterque, a que las cosas sean como quiere, y se resista a aceptar lo que ES. Sí, el ego siempre quiere que las cosas sean a su modo, ni siquiera bueno o malo, sino a su modo; y al no ser de ese modo, se rebela con emociones perniciosas que ocasionan aflicción, como el enojo, la ira, la tristeza, los celos, la desesperanza, la depresión, y un largo etcétera de las diversas emociones que tenemos. Mientras más acuciantes y prolongadas sean esas emociones, más riesgo llevamos de enfermar mental y físicamente.

         
          Tengo el caso de una conocida mía que se resistió, por muchos años, a aceptar el abandono de su esposo y se deprimía y se enojaba, en una montaña rusa sentimental. En la polaridad total. Hasta que cayó en cama, pues su sistema inmunológico estaba debilitado y fue presa de infecciones; así que fue al doctor y le recetaron cuanta medicina fue posible y logró cierta mejoría. Pero volvió a caer, hasta que fue con un terapeuta que le dijo - ¡Ríndase!, señora, ¡ríndase! – y ella desconcertada, le preguntó y eso ¿qué es? – El terapeuta le contestó: - Deje de luchar, haga a su ego a un lado y busque la Paz. Cuando uno se rinde, empieza un proceso de aceptación de lo que ES, y con esa quietud, Él le mostrará el camino. Pero tiene que hacerlo desde el corazón, no con la razón, no con el ego, pues éste siempre reclamará lo que tenía, pues “funcionaba”- .

         Mi amiga inició todo un trabajo al interior, a su corazón, y a soltar lo que fue y que ya no es. Al rendirse, empezó a ver otros caminos, otras amistades y se le fueron abriendo puertas que le brindaron más Paz.  

          Ante un atoramiento emotivo, con pesadumbre de por medio, hay que usar la Brújula de la Paz; que suena simplista – y lo es -, pero el ego se defiende susurrando que no es por ahí, que no es tan fácil, que hay que seguir sus modos y sus caminos, aunque te duela. Ese dolor al ego le tiene sin cuidado. Pero yo sé que a mí no, ni a ti, en el fondo de ti mismo. Te aseguro que si te guías por esa Brújula de la Paz te irá mejor, y es tan sencillo como preguntarte: “Esto que mi mente-ego me dice que haga o que piense o que sienta, me da Paz ¿sí o no? Si es no, no lo hagas; si te da Paz ni lo dudes, hazlo, a pesar de todas las voces en contra de tu ego, y en contra de las del ego colectivo, y de los que se dicen tus amigos y hasta de los que sí lo son - a menos que éstos tengan Paz; pero no le preguntes a uno que sufre, pues no sería buen referente.

Tócate el corazón y vuelve a preguntarte: ¿Esto me da Paz o no? Y si te la da, ni lo dudes, es por ahí…



Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
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