Las cosas que nos pasan...

Manuel Sañudo

“No actuamos correctamente porque tenemos virtud o excelencia, sino que las tenemos porque hemos actuado correctamente”

Aristóteles


En razón a los conflictos que hayas tenido con tu jefe, tu pareja, tu socio o con cualquiera otra persona, muy probablemente te habrás sentido mal y te habrás hecho mil preguntas, muchas de ellas aún sin respuesta, donde la más recurrente quizás haya sido ¿Por qué me pasa esto a mí?

Por ello, quiero compartirte mis experiencias para lo que puedan ser de beneficio, pues creo que las cosas que nos pasan, aquellas que calificamos como “malas”, realmente no lo son; más bien son fuentes de aprendizajes y que nos suceden por alguna de estas tres razones:

* Para aprender algo que ignorábamos.

* Para que apliquemos lo que ya sabíamos, pero que necesitamos practicarlo más, pues por lo acontecido se nota que no habíamos aprendido bien la lección.

* Para que regresemos al camino. Con frecuencia podemos perder el rumbo y desviarnos de nuestro legítimo sendero; es entonces que nos pasan cosas “malas”, para que reflexionemos y volvamos a la ruta original. Desde luego, es inevitable que haya dolor y duelo, pero de nosotros depende qué tanto, pues la vida tiene que seguir.

Si aún sigues preguntándote porqué te vuelven a pasar las mismas cosas, o muy parecidas, si se supone que ya aprendiste, ha de ser porque:

 - No tienes bien aprendidas algunas lecciones y la vida te planta nuevas oportunidades de aplicar lo que ya sabes, pero que no lo tienes bien afianzado en tu subconsciente.

- Sigues atrayendo gente que consideras “maligna”, pero que en realidad son tus maestros, puesto que todavía no has aprendido bien las lecciones; debes de seguir trabajando en ello.   
   
 - Es inevitable que a tu vida lleguen personas, que son como lobos con piel de oveja, pero que eso no te desanime ya que la inmensa mayoría busca primero su propia conveniencia y de seguro querrán manipularte, y no porque sea inevitable vas a admitir a cualquier lobo en tu vida; los debes detectar rápido, y rápido fijarles los límites. Si les gusta bien y si no, pues no era. Puedes negociar y si te conviene te quedas, y si no te vas. Es decir, no debes dedicarle mucho tiempo a los que, de buenas a primeras, se les ve que son como “los otros”. Si caminan como patos, lucen como patos y hacen ¡cuác, cuác!, pues son patos. Ya no le des muchas vueltas, pues te aseguro que todos nacemos con una esencia, y esa es muy difícil de cambiar.

- Con todo esto en mente, y en  práctica, debes ir anidando en círculos de personas de la misma vibración que traes, en grupos de personas en las que puedas confiar. A “los otros” los debes de tratar de lejecitos, estrictamente en lo que convenga a las partes, y no perder más tiempo con ellos. Ser más frío y cínico, ya que así es el nombre del juego.

- Trata de convencerte de que “los buenos”, como tú, no están mal. Ellos, “los otros”, los perversos, son los que sí están mal. Lo triste es que abundan por doquier, pero no por eso son buenos. Y sabes que se dice que el Mundo es injusto ¿pero qué le vas a hacer?
         
Si quieres ayudar a que el Mundo sea mejor, no malgastes el tiempo tratando de hacer regulares a los que son malos. El esfuerzo será inútil y además, por estar atendiendo a los malos, descuidarás a los virtuosos. Es mucho mejor destinar tiempo en ayudar a los buenos, aunque que sean regulares, para que se conviertan en mejores, y hasta en excelentes. Pues éstos, a su vez, irán propagando el bien, pero con “los otros” será una pérdida de tiempo.

En suma, es mejor trabajar en las virtudes, para potenciarlas, que tratar de cambiar los defectos - propios o de los demás. Debes apuntalarte en lo bueno y no perder el tiempo tratando de componer lo malo. Es preferible que esto, por omisión, se quede sin efecto.  



Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
manuelsanudog@gmail.com
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