Manuel Sañudo
"Hasta que el
inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida y tú le
llamarás destino"
Carl Jung
El Miedo ha estado presente en el hombre desde los
tiempos más primitivos, ha sido un acompañante útil, en su esencia biológica. Sin
embargo, se nos olvida que su presencia continua debe cumplir con una función
primaria, orgánica. En ese olvido, el Miedo se nos desborda, nos invade, hasta
que sin darnos cuenta nos convertimos en rehenes de la angustia, de la
turbulencia interior.
Pero hay de miedos a miedos, los hay reales e imaginarios, y estos
últimos son los más dañinos, puesto que son negativos y tóxicos; pensamientos
sobre las culpas del ayer, que no queremos dejar atrás, o sobre los temores de
lo que sucederá mañana, o pasado mañana, o dentro de muchos años. Así, en ese peregrinaje
lleno de temores, sobre el pasado y el futuro, es como arruinamos nuestro presente;
sea en forma de ansiedad, de estrés, de enfermedad, de evasión o adicción, y
muy variadas artimañas para olvidarnos de los recuerdos del ayer y de las
preocupaciones por el mañana.
Según Joe Dispenza, un afamado Doctor en Bioquímica, el Miedo prolongado
libera hormonas con poderosos químicos adictivos. Tal sería el caso del estrés
(una nefasta variante del miedo) que en ciertos momentos segrega adrenalina y cortisol.
Se dice que los adictos al estrés, para sentir excitación por la vida, fuerzan
su organismo para que constantemente produzca adrenalina y eso, como toda exageración,
tiene consecuencias para el cuerpo. El doctor Dispenza asegura que la
adrenalina “es una hormona del estrés que produce una excitación tan poderosa
como cualquier droga”.
El problema es que las células del cuerpo se convierten, créase o no, en
adictas a la adrenalina, al cortisol, y a otras sustancias que el miedo
prolongado va liberando de nuestras glándulas. Después de años – que en el caso
de la humanidad entera estamos hablando de milenios - a fuerza de tener miedo y
de soltar esas toxinas, que van a dar a nuestras células, es de explicarse por
qué somos adictos al drama. Adictos al estrés, a las malas noticias, al chisme,
a las historias de terror, a las emociones intensas.
Propongo algunas acciones, simples y trilladas, que sin embargo la
mayoría no las sigue precisamente por su adicción al drama, al victimismo y al
auto flagelo, pues necesitan generar la química nociva a la que su organismo se
ha vuelto adicto, a base de pensar y repensar lo mismo, durante años y años. Lo
que hay que hacer para revertir esa adicción es:
- Tener consciencia de todos y cada uno de nuestros miedos. Enfrentarlos.
- Trabajar en nuestras creencias limitantes, aquellas ideas subconscientes que nos dicen que “no podemos cambiar”.
- Dormir de siete a ocho horas al día. Descansar.
- Hacer ejercicio, para generar endorfinas que es química buena para el cuerpo.
- Llevar una vida sana y equilibrada, con buena alimentación.
- Engrandecer el espíritu leyendo, meditando, orando o lo que se prefiera, con tal de alinear la mente con el cuerpo y con el alma.
- Tener verdaderos amigos, no cómplices de juergas o banalidades. Amigos que nos ayuden a ser mejor de lo que somos.
- Alejarse de los que pretendan provocarnos temor, como medio de manipulación.
- Sostener una visión optimista de la vida, reír mucho, evitar las noticias rojas, el drama sin fundamento, el chismorreo venenoso y todo tipo de energías negativas.
Revertir la toxicidad de las células adictas es como entrar a un
programa de rehabilitación, mediante muchos y repetidos sentimientos de Amor, que
es lo opuesto al Miedo – y habría que empezar por el Amor a sí mismo.
No, no estoy hablando de una receta sacada de una revista de cursilería romántica,
sino de información obtenida de estudios médicos, muy serios, que afirman que
cuando hay Amor el cerebro libera endorfina, una sustancia parecida a la
morfina, que produce bienestar. Esta sustancia promueve una sensación de
relajamiento, tiene un efecto analgésico y hasta poder adictivo.
La decisión es nuestra: ¿Ser adictos al Miedo o
al Amor?
Manuel
Sañudo Gastélum
Coach y
Consultor
Correo: manuelsanudog@gmail.com
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