Manuel
Sañudo
“La
certeza nos da seguridad. Lo inesperado nos hace crecer”
Katel
Por más que sepamos que el cambio es la
única constante, nuestra mente quiere estar segura de lo que sucederá en el
futuro, aún a sabiendas de lo incierto de éste.
La seguridad es una de las necesidades básicas del hombre, nos gusta
sentirla y dormir tranquilos en la frágil creencia de que, al día siguiente, todo seguirá en el modo en que lo dejamos, de
la forma que nos gusta, y que nos da esa confianza. Trátese de la económica, la
personal, la social, la familiar. Pretendemos estar confiados en que el negocio
y la vida seguirán por el camino deseado, y que damos por cierto, cuando que lo
único seguro que hay en la vida es que moriremos, y ni siquiera sabemos el día en
que ocurrirá.
Creo que sí es posible – en determinadas circunstancias – obtener algunos
grados de certidumbre, y por consecuencia de seguridad, y en cierto modo es
conveniente y necesario que el curso de los asuntos siga un camino conforme a
lo planeado, acorde a unas rutinas preestablecidas.
Lo inconveniente, de lo preestablecido, es que nos engaña haciéndonos
creer que no hay necesidad de renovación, pues el confort de la rutina brinda
seguridad y elimina el deseo de cambio y la iniciativa, reforzado por el letargo
que da la tranquilidad mental por la falsa expectativa de que nada de lo bueno
que tenemos sufrirá variante alguna.
Así, corremos el riesgo de dormirnos en los laureles, de matar la creatividad,
la que se aviva cuando no hay certidumbre de lo que acontecerá. Por el
contrario, el que ha aprendido a coexistir con lo inesperado está siempre
alerta y dispuesto al cambio; disposición que es imprescindible e imperiosa
ante la urgencia con la que se transforma el mundo actual.
Quien no aprenda a vivir con la corriente del cambio estará sentenciado
a sucumbir y quedar fuera del escenario movedizo de hoy. A ser obsoleto frente
a cualquier variable – de las muchas que hay – que altere su zona de bienestar,
ya que su reacción primaria, ante la mutación, seguramente será la de aferrarse
a las rancias rutinas que le han suministrado porciones de ventura, de éxito
relativo y temporal.
La vida, como los negocios, es parecida a una carretera inexplorada, en la
que, si acaso, alcanzamos a ver el cercano recodo o la desaparición del camino
en el horizonte. Es prácticamente imposible ver más allá; lo que obliga, como
conductor del vehículo que transita por la vía ignota, a ir prevenido para las
sorpresas de la travesía y preparado con un buen equipo de traslado. Ágil en
los reflejos de reacción para sostenerse sobre la ruta, al tomar los inesperados
virajes, y superar los obstáculos del sendero.
Hoy se precisa de mejores conductores, copilotos y unidad de viaje para transitar
por avenidas altamente impredecibles, en las que el tráfico está congestionado
por modernos vehículos y talentosos pilotos. Obvio que los que no estén
capacitados se accidentarán en el camino o se saldrán de él.
No es una visión pesimista, es un mensaje: no todos los caminos son
sabidos, ni tampoco se han construido todos los que habrá en el futuro mediato.
Y que, además, tenemos la opción de buscar avenidas que nos lleven a puerto
sereno, sin que necesariamente sean las más transitadas ni las más conocidas.
Obliga, pues, tener espíritu de aventura, creatividad y arrojo. De
buscar donde nadie busca. De salirse de los mapas recomendados por aquellos que
se dicen expertos.
“Llevo
las riendas tensas y refrenando el vuelo, porque no es lo que importa llegar
solo sino con todos y a tiempo”
León Felipe
Rubén Manuel Sañudo Gastélum.
El autor es Coach y Consultor de
Empresas.
Correo: manuelsanudog@gmail.com
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